Jue, 07/06/2017 - 17:00
- Trends
Mucho se viene hablando en los últimos tiempos de Slow Fashion y Fast Fashion, pero, ¿qué es realmente lo uno y lo otro? Escuchamos estos términos por todos lados, pero ¿sabemos de qué están hablando?
Voy a contarles un poco de qué se trata cada uno y al final de la nota ustedes podrán decidir con cuál de estas dos tendencias de consumo se sienten más identificados.
El Fast Fashion, como la propia palabra en inglés lo indica, significa moda rápida. Es la manera en la que está estructurada la moda convencionalmente. Se refiere a cómo las marcas masivas, una vez que detectan las tendencias establecidas por los diseñadores en las pasarelas o las tendencias impuestas por las revistas, salen casi al instante a generar sus copias a bajo costo para dinamitar el mercado con estas piezas. Para poder lograr esto, es decir, volumen en poco tiempo y a bajo costo, se usan métodos que a veces no son éticamente correctos, se utiliza mano de obra no calificada, condiciones de fabricación no reguladas, se sustituyen los materiales naturales por los sintéticos, etc.
Para hacer frente a estas producciones masivas, en tiempo récord y a muy bajo costo, hay que recurrir a condiciones que dan como resultado consumos de energía muy elevados, gran consumo de petróleo, ya que para la fabricación de la mayoría de las fibras sintéticas se utilizan derivados del petróleo. También hay explotación de la mano de obra, explotación infantil, de esa manera se reducen los costos y un gran ataque al medioambiente, al reducir los costos se usan fibras y tejidos sintéticos, puesto que son muchísimo más baratos y al no ser biodegradables se terminan convirtiéndose en productos contaminantes.
El Fast Fashion, a su vez, nos ha llevado a generar en el consumidor esa necesidad de consumir y comprar por impulso, y casi como obligación para estar a la moda, o para seguir una tendencia. Y con el concepto de lo barato, han creado en el consumidor la mentalidad de consumir y descartar, todo es descartable, no importa si se descose después de lavarlo la primera vez, ¡es tan barato que lo uso y después lo tiro!
En contraposición a todo esto, aparece el Slow Fashion. En el año 2013, a raíz del accidente que hubo en Bangladesh, donde murieron 1,100 personas porque se derrumbó una fábrica textil que no cumplía con los requisitos básicos de seguridad, se empezó a tomar conciencia de todo lo que el Fast Fashion llevaba implícito y muchos de los consumidores y diseñadores de moda, entre los que me incluyo, empezamos a cuestionarnos acerca de toda esta dinámica que venía establecida por años. Fue a partir de ese momento que empieza a tomar fuerza el movimiento del Slow Fashion, que como su propio término en inglés indica significa despacio.
El Slow Fashion busca tomar conciencia, crear una moda sostenible y éticamente correcta, con materiales a ser posible no contaminantes basados en las fibras naturales, con terminaciones y cuidados en las prendas que las hagan duraderas y no descartables. Proponiendo que las piezas de moda tengan la versatilidad de la atemporalidad en lugar de ser estacionales, que se puedan mezclar y usar a lo largo de los años, y que su compra sea a conciencia, entendiendo que el precio corresponde a una pieza de calidad, éticamente correcta, con materiales sostenibles y que va a perdurar en el tiempo.
Por este motivo, las empresas que sostienen la filosofía del Slow Fashion suelen ser transparentes en sus procesos de fabricación, cuidadosas en la selección de sus tejidos, y muy conscientes a la hora de implementar sus diseños, creando una moda sostenible y responsable, sin dejar de ser moda.
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