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Los niños y niñas que cuentan con la figura paterna durante su infancia suelen desenvolverse mejor en las diferentes etapas de su vida
La sociedad cambia a un ritmo acelerado, y las familias con ella. Atrás queda el papel de una madre que solo se dedica a las tareas de la casa y que es la principal cuidadora de los niños, y el de un padre autoritario y figura proveedora de la economía familiar. Las madres de ahora están mayormente incorporadas al mundo laboral y los padres adquieren un rol más activo en el hogar y en la crianza de los hijos.
¿Cómo beneficia esto a los niños? Los pequeños que cuentan con un papá muy involucrado en su crianza suelen desenvolverse mejor. “El rol del padre es vital en la vida del hijo, ya sea que esté todos los días o que lo vea solo un fin de semana. El padre ayuda a reforzar los límites, es una figura de apoyo y seguridad”, asegura la psicóloga Sharen Lushman. “Para poder lograr una regulación emocional y de la conducta se necesita al padre también, no solamente a la madre”, refuerza Melisa Márquez, psicóloga y miembro de la asociación Disciplina Positiva de Panamá.
Figuras de apego
Márquez enfatiza ese rol del padre: “existe una figura en psicología a la que se llama apego y hace referencia al vínculo que tenemos con nuestros cuidadores primarios, que nos hace sentir que estamos seguros, cuidados y que somos queridos”. Por ello, asegura, “es importante para un bebé y para un niño tener dos figuras de apego, porque eso da mucha más seguridad y hace entender al pequeño que si tiene una necesidad, esa va a ser cubierta, ya sea afectiva o física. Y esa seguridad de tener las necesidades primarias cubiertas, hablando ya sobre la pirámide de Maslow, es la que nos va a permitir desarrollarnos e ir incorporando nuevos aprendizajes”.
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Algunos estudios muestran que hay asociaciones genéticas y ambientales que influencian de manera única al hijo no solo en temas físicos sino también psicológicos. El psicólogo Michael E. Lamb, uno de los primeros en interesarse por el papel del padre en la crianza, encontró que los padres, más que las madres, promueven en los hijos la capacidad de explorar y asumir retos.
En otras palabras, es importante que exista en la vida de todo niño una figura paterna —aunque no siempre tenga que ejercerla el padre biológico— que preste apoyo a la madre en los primeros meses, que ofrezca seguridad, que transmita valores y que imponga límites. “El padre en el hijo varón crea un modelo a seguir y en la niña refuerza su feminidad, su autovalor”, explica Lushman, y añade que “en ambos casos, varones o mujeres, el padre ayuda a crear su autoestima sobre cimientos sólidos y refuerza su desarrollo emocional”.
Mamás sobreprotectoras
Aunque los roles están cambiando, a veces son las propias madres las que coartan el papel de los padres en la crianza de los hijos. “Cuando nos sentimos que no somos valorados en nuestra acción y que no es necesaria nuestra participación en algo, sencillamente dejamos de hacerlo”, recuerda Melisa Márquez, enfatizando la necesidad de dejar un espacio al padre en el cuidado de los niños. “Si el papá se ofrece a cambiar el pañal y la mamá le dice no, porque yo soy la única que lo sabe hacer bien, el papá no va a cambiar el pañal. Si la mamá dice no te voy a dejar que peines a la niña porque la peinas feo, pues nada, no la peino. Entonces, sí es importante tener espacios. Nuevamente, es importante cederle los espacios, primero para hacerle sentir parte del proceso y realmente evitar la desintegración de las familias”, remarca.
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Esta idea la desarrolla un estudio publicado en Parenting: Science and Practice, donde se asegura que las nuevas mamás tienden a evaluar la capacidad de sus parejas para la paternidad y decidir qué tanto quieren que estén involucrados en la crianza de sus hijos, como si ellas fueran las últimas responsables de la crianza. Posiblemente esto acabará afectando la relación entre su pareja y el niño a través de un proceso llamado “madre guardiana de la puerta”. “Existe una creencia social de que las mamás tienen un instinto natural para ser madres, incluso cuando no tienen más experiencia que los nuevos papás,” asegura Sarah Schoppe-Sullivan, coautora del estudio y profesora de Ciencias Humanas en la Universidad Estatal de Ohio.
Presencia activa
Por evitar ese distanciamiento, se defiende una presencia activa de los dos, padres y madres, que desarrolla niños más seguros, asertivos, con mejor manejo de sus emociones, mejores relaciones sociales y más capacidad de trabajo. “Cuando tienen sus necesidades básicas cubiertas por los padres, les abre un espacio para pensar, analizar y conseguir un desarrollo cognitivo superior”, insiste Márquez.
Además de eso, un hijo siempre debería estar en un ambiente de amor y armonía. Y toca a los padres entender que es una responsabilidad en donde ambos juegan un papel muy importante en la vida del pequeño.