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Gilberto de Gracia asegura que el océano le da oportunidades a estas personas que padecen esta condición, los hace libre y los ayuda
Por: Carlos Lemos
Cada verano las playas del Pacífico son visitadas para practicar surf, un deporte muy popular entre jóvenes, uno de ellos, el rastafari Gilberto de Gracia, a quien su pasión lo llevo mas allá, ahora se dedica a que niños autistas y ciegos aprendan a montar las olas, a cambio, él obtiene una sonrisa. Con 42 años, más de la mitad de ellos recorriendo el mundo, este panameño envuelto entre los colores y cultura "rastafari" afirma que el gran océano le da oportunidades a estas personas que padecen esta condición, los hace libre y los ayuda.
"Los niños autistas muchas veces no tienen oportunidades de una sonrisa, con lo que les enseño como instructor se puedan encontrar con la naturaleza y tener un momento de esparcimiento, y de poder ser felices al momento de que están tomando una ola sin limites", dijo a Acan-Efe de Gracia mientras trabajaba en una escultura tallada, con cuya venta sustenta sus necesidades. Mientras trabajaba en su taller ubicado en el histórico Casco Viejo de la Ciudad de Panamá, entre calle Central y Calle Boquete, este personaje con cabello trenzado de más de un metro de longitud, prepara cada día artesanías para sobrevivir y llevar una vida sin muchos lujos, pero con una "buena vibra".
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Acostumbrado a escuchar música "reggae", un estilo musical que combina ritmos jamaicanos y africanos, cuando se dedica a tallar tagua -una especie de marfil vegetal- declara que hasta ahora las personas con los que convive lo tratan con mucho respeto, y por la labor que hace con los demás. De Gracia declara que levantar el animo a jóvenes con discapacidades a través del surf es una terapia que también ayuda a los padres, dado que ven que sus hijos son capaces de lograr lo que quieren. "Esta labor de enseñar a niños que siempre están en hospitales, por alguna razón los estimula para que sigan luchando y trabajando desde las playas", manifiesta el rastafari.
Sostiene que este "proyecto de vida" es impartido de forma gratis a niños autistas y ciegos, y que otros surfistas se han involucrado en el servicio social, dado que es un retorno de lo que le da la vida a ellos. Ahora espera con ansias finalizar el año para ir a playas de la costa Pacífica panameña como las del Palmar, Santa Catalina y Venao, todas conocidas por estar en los ránking de mejores olas de Centroamérica, que atraen a su vez turistas y deportistas elite de todo el mundo.
Pero la vida de él no se detiene ahí, en su espacio, al que todos llegan y la vez se van, conviven un sinnúmero de historias que atrapan las paredes del Hostal Casa Grande, un inmueble que encierra un místico aspecto para él. Aunque solo ha estado allí por un año, ya se siente parte de la historia de la casa, en donde algunos afirman que han dejado sus huellas personajes como el revolucionario argentino-cubano Ernesto "Che" Guevara. Este experimentado trotamundos señala que seguirá utilizando su ingenio para explotar todas las cosas positivas que desea compartir con la población, por eso agrega con una determinada seguridad que no se detendrá.
"Solo utilizo mi arte y lo que me rodea para dar rienda suelta a mi imaginación, desde crear figuras artesanales con influencia de países que he visitado, hasta explotar este sentimiento por el mar y compartirlo con los niños", menciona. Así sin mediar más palabras y tomando sus variadas artesanías, da vuelta y se dirige al romántico Paseo Esteban Huertas, que bordea el océano en el Casco Antiguo, en el que por las tardes vende sus obras a turistas que conocen por instantes al rastafari panameño.
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