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Sólo hace falta un dólar para contratar los servicios de una prostituta en China, pero ellas pueden sufrir penas de hasta 700 dólares sin son pilladas con un condón. Desde la clandestinidad, la industria no para de crecer pero la persecución continúa y "ahoga", cuenta la mayor defensora de este colectivo.
Ye Haiyan, de 42 años, conoce de cerca la vida de las prostitutas chinas. Aunque dice que nunca mantuvo relaciones sexuales por dinero, sí convivió con estas trabajadoras, trabajó en un karaoke donde se ofrecían estos servicios e hizo amigas en el sector.
Fue ahí donde empezó a ser consciente de los problemas de estas mujeres, cuya mayoría se dedica en China a este milenario oficio por voluntad propia, a diferencia de en otras partes del mundo.
Las prostitutas tienen miedo de llevar condones porque la Policía los utiliza como evidencia, por lo que en los lugares de prostitución de menor nivel no se utilizan, explica la activista en su estudio de pintura en Pekín.
"Y si se contagian con el sida, su situación puede ser muy grave: no piden tratamiento por miedo a represalias de las autoridades", añade.
Entre cuadros de gallinas, el término coloquial con el que se conoce en China a las prostitutas, Ye explica con todo tipo de detalles cómo el acoso oficial pone a estas mujeres en riesgo.
La prostitución es ilegal en China y, por ejercer este oficio, se pueden imponer multas desde los 500 yuanes (72 dólares) o cinco días de detención hasta los 5.000 yuanes (725 dólares) y 15 días bajo custodia.
Ye expone los problemas de estas mujeres en un blog bajo la firma "el gorrión gamberro" que acumula miles de comentarios. "Al principio, me gustaba escribir sobre los derechos de la mujer (...) Y entre los grupos amenazados, las prostitutas son las que tienen más problemas", explica.
Las redadas policiales son habituales en este ambiente, y Ye Haiyan lo ha experimentado en su propia piel. Trató de fundar una ONG para ayudar al colectivo y, aunque consiguió llevar a cabo campañas de prevención del sida, el constante "acoso" le obligó a echar el cierre.
La falta de oenegés que ayuden a estas profesionales es una de las claras diferencias entre esta industria en China y en otros países, destacaba en una charla reciente Zhang Lijia, autora de "Lotus", una novela sobre prostitución construida en base a una amplia investigación.
La escritora y periodista china, que recabó información en las urbes sureñas de Shenzhen o Dongguan -conocida como la ciudad "del pecado"- calcula que al menos 10 millones de mujeres chinas se dedican a este oficio, y la violencia policial es su "mayor temor".
Estas mujeres suelen ser emigrantes rurales, que no tienen una mejor opción para ganar un sueldo. "Nunca conocí a una mujer que quisiera volver al lugar de donde provenían. Una vez que llegan a la ciudad, no quieren volver", sostiene Zhang.
Hay muchos niveles en este mundo subterráneo y hoy en día se pueden lograr "espectaculares beneficios" gracias al auge económico de China que, no obstante, ha traído mucha desigualdad, precisa la autora.
De ahí la importancia del activismo de Ye, el "gorrión gamberro" cuya historia casi llega a los Óscar. Hace unos años, Wang Nanfu, una realizadora china residente en EEUU decidió hacer un documental sobre su particular batalla y se acabó encontrando con un escándalo sobre abusos sexuales a menores por parte de funcionarios de un colegio.
Ye se hizo eco del caso y no dudó en pedir justicia por los abusos, convirtiéndose en un "blanco" de las autoridades por sus populares campañas en la red.
La persecución policial y la corrupción del sistema quedaron plasmados en el documental, que llegó este año a la lista previa de los Óscar. "Me sentí muy agradecida", dice Ye Haiyan sobre su momentáneo paso por Hollywood.
El caso de abuso a menores, por el que el director del colegio fue sentenciado a 13 años de cárcel, le "hizo vencer el miedo" aunque considera que entrar en la cárcel "es algo inevitable" para ciudadanos como ella.
"Si queremos conseguir un cambio -advierte- puede que tengamos que dar nuestra vida por ello. De modo que no tenemos nada que temer". EFE
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