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Las investigadoras coinciden: en Panamá se avanza, pero aún queda mucho por trabajar
Por: Laura Marín
¿Es casualidad que la mayoría de asistentes virtuales tengan voz e incluso nombre de mujer? Supuestamente, la tecnología en general y la inteligencia artificial en particular no tienen género; no obstante, son muchas las empresas que optan por feminizarlas: Siri (Apple), Cortana (Microsoft), S Voice (Samsung Galaxy), Alexa (Amazon), Google... ¿Por qué? La explicación biológica puede ser una respuesta: los humanos tendemos a responder mejor ante las voces femeninas porque las asociamos a sensaciones agradables y sinceras. O, como apunta el profesor de la Universidad de Stanford Clifford Nass, “es más sencillo encontrar una voz femenina que le guste a todo el mundo que una masculina”.
Esta teoría se tambalea cuando vemos, por ejemplo, que IBM bautiza a su inteligencia artificial programada para competir y medir su capacidad con los humanos como Watson, o como BMW tuvo que cambiar la voz de su GPS en Alemania porque los hombres no se sentían cómodos recibiendo órdenes de una mujer. El discurso entonces cambia. ¿Tendrá la historia y el juego de roles algo que ver con la proliferación de bots femeninos? El profesor Karl MacDorman, especializado en la interacción entre humanos y máquinas, nos recuerda que sí: las tareas de estas asistentes de voz se acercan mucho a tareas históricamente relacionadas a la mujer, como recepcionista, telefonista o guía.
La preferencia de las asistentes virtuales con voz de mujer revela, en cierta manera, que la tecnología no ha logrado escapar todavía a las normas culturales que estereotipan a las mujeres. Y esto se debe, en parte, a que los desarrolladores de tecnología son, mayoritariamente, hombres. En este contexto, “hay una gran posibilidad de que los productos resultantes tengan un sesgo de género”, apunta Ileana Stigliani, profesora de Diseño e Innovación en el Imperial College de Londres.
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Noel Sharkey, profesor de Inteligencia Artificial y Robótica en la universidad de Sheffield, insiste en esta idea: “Cosificar a las mujeres y perpetuar los estereotipos de género no resulta útil a la hora de atraer a más mujeres a la industria”. Y remata Missy Kelley, directora de Diseño de Inteligencia Artificial de la agencia digital Huge en Estados Unidos: las chicas jóvenes suelen interesarse en la tecnología y en la ciencia, pero a menudo se sienten decepcionadas por una cultura de aprendizaje centrada en los hombres.
Un sector segregado
Según cifras emitidas por Apple, Google, Facebook y Amazon, a finales de 2016 las mujeres apenas sumaban el 30% de la fuerza de trabajo en el sector tecnológico. Solo una de cada cuatro de las grandes firmas tecnológicas de Silicon Valley cuenta con directivas en sus cúpulas y la mayoría de las “start-ups” de base tecnológica o de investigación están lideradas por hombres.
Pero no hace falta irse tan lejos. En Panamá, las mujeres tienden a ser mayoría en las matrículas de las carreras de ciencias de la vida y ciencias sociales y también duplican a los hombres en la carrera de Medicina, pero representan menos de un 30% en carreras vinculadas a las áreas de las TIC (Tecnologías de la Información y Comunicación). Así se extrae del avance que la Secretaría Nacional de Ciencia y Tecnología (Senacyt) ha hecho para revista Mujer del estudio “Mujeres y CTI (Ciencia, Tecnología e Innovación) en Panamá: Recolección de datos y análisis de la situación de las mujeres en el campo científico y tecnológico en Panamá”.
En el estudio, coordinado por Eugenia Rodríguez Blanco, han participado también las investigadoras Nadia de León, Yolanda Marco y Sara Cámara. El documento indica que las mujeres se encuentran generalmente más concentradas en las áreas científicas de la salud, la biología y las ciencias sociales, pero tienen escasa presencia en ciencias físicas o químicas, tecnología, ingenierías y matemáticas –las denominadas carreras STEM, por sus siglas en inglés—. Esta diferencia de distribución de hombres y mujeres en áreas científicas “se conoce como segregación horizontal y es un fenómeno que se encuentra aún muy vigente en Panamá”, explica Eugenia Rodríguez.
Pero no solo horizontalmente hay diferencias entre hombres y mujeres, sino que también existe “una segregación vertical, que se manifiesta, específicamente, en el escaso número de mujeres en puestos de toma de decisiones de la sociedad del conocimiento en Panamá”, añade. Además, enfatiza que “no hay ninguna mujer en la dirección de los principales centros de investigación científica del país y este género solo representa el 28% de los cargos de autoridades universitarias”.
Algunos indicadores clave que demuestran esta diferencia y desigualdad entre hombres y mujeres son, entre otros, que las mujeres representan la mayoría de los estudiantes a nivel de educación superior, aunque apenas son cerca de la mitad de los investigadores científicos y tecnológicos del país. Además, las mujeres constituyen solo un tercio de los investigadores principales de proyectos que reciben fondos I+D o del total de la membresía del Sistema Nacional de Investigación. “Es igualmente revelador el hecho de que, hasta ahora, ninguna mujer haya ocupado el cargo de secretaria nacional de la Senacyt”, remarca la coordinadora del estudio.
Superando barreras
Las diferencias, apunta Eugenia Rodríguez, “se deben a que las mujeres encuentran en su camino una serie de obstáculos que algunas no consiguen superar, deteniendo o abandonando su carrera científica. Todos estos obstáculos tienen explicación de género, ya que tienen que ver con los roles, los estereotipos y las relaciones de género”.
Entre esos obstáculos “destaca la persistencia de estereotipos y roles de género que sitúan a las mujeres en peor condición que los hombres para el desarrollo de la carrera científica, así como que se realiza una distribución de las áreas científicas con base en cualidades asignadas socioculturalmente a uno u otro sexo”, explica Rodríguez. Se puntualiza otro factor: la escasa atención a la conciliación entre la vida profesional y familiar por parte de las instituciones científicas del país”.
A pesar de que en los últimos años se ha avanzado en la visibilidad y el reconocimiento a la labor científica y tecnológica de las mujeres, en general, las políticas públicas en la región de América Latina han avanzado muy poco en reducir las desigualdades entre hombres y mujeres. “En Panamá son pocas las instituciones del sistema que proponen o asumen políticas de equidad de género como una estrategia para avanzar a mayores niveles de igualdad, o que actúen específicamente sobre las brechas de género existente”, asegura la investigadora de la Senacyt.
A pesar de todo, la situación, aunque lentamente, está cambiando y la ciencia y la tecnología tienen cada vez más referentes femeninos alrededor del mundo. Pero sin ir más lejos, también Panamá cuenta con profesionales que demuestran día a día que el éxito en el sector no depende de un rol de género, sino del trabajo y la perseverancia.