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La cosmetóloga cuenta su lucha contra el cáncer de tiroides y la labor social que realiza en el Instituto Oncológico Nacional
La vida de Martina tomó un inesperado giro cuando a sus treinta y nueve años le diagnostican cáncer de tiroides. Ella, aún con sus hijos pequeños (ocho y nueve años), sabía que no podía darse por vencida y decidió aferrarse a la vida. Esto le cambió todo el panorama. Martina sintió que era una nueva oportunidad de vida que Dios le estaba dando; sabía que debía hacer algo con ello y empezar a valorar mucho más su existencia.
Una vez terminó todo el proceso de radiación, la entonces enfermera decidió matricularse en la carrera de Cosmetología debido al interés que sentía por el cuidado de la piel desde temprana edad. Estos conocimientos los utilizaría posteriormente como parte de su labor social con los pacientes del Instituto Oncológico Nacional. Martina tiene dieciséis años como sobreviviente y es fiel creyente que un diagnóstico a tiempo logra evitar gastos al Estado y a uno mismo en todos los aspectos. Propone realizarse los exámenes un día antes, o el mismo del cumpleaños para que así sea una fecha imposible de olvidar.
Tras diagnosticársele cáncer, ¿cómo le cambió su visión de vida?
Me la cambió por completo porque sabía que era una nueva oportunidad. Ni el cáncer ni nada me ha detenido. Yo le inculco a mis hijos que uno debe hacer las cosas bien y pensar en grande. Pienso que tenemos ángeles y siento que el mío fue mi esposo. Gracias a Dios, contaba con los recursos y me pudieron atender a tiempo la enfermedad.
Antes de saber que tenía cáncer, ¿se realizaba revisiones frecuentemente?
Sí lo hacía porque lo tenía como política, ya que mi abuela murió de cáncer de seno. Comencé a hacerme mamografías cada año a partir de mis 40, sin pensar que realmente tenía una complicación en otro órgano.
¿Qué pasó por su mente cuando se enteró de su cáncer?
Yo no fui a buscar los resultados porque ya sospechaba que lo tenía. Cuando uno estudia carreras relacionadas con la salud, escucha los términos y sospecha. En la biopsia, el doctor hizo varios comentarios, y en mi mente ya sabía que tenía algo malo, por eso le dije a mi esposo que fuera a buscar los resultados. Yo reaccioné calmada, mientras que él sí lloró. Lo vi como una prueba que Dios me estaba enviando y decidí aceptarla.
No era para esperar mucho tiempo porque los nódulos estaban grandes y corría el riesgo con la cirugía. El doctor me decía que por la operación podía quedar sin habla y tener que ir a terapia de lenguaje. Mi cáncer era de la tiroides, uno del que no se habla mucho, pero afecta la glándula que gobierna todo el organismo.
¿En qué consiste el tratamiento contra el cáncer de tiroides?
El tratamiento es la cirugía y después viene la radioterapia para erradicar el problema. Me tomó cinco meses en total realizarme todas las radioterapias, y la cirugía duró casi 7 horas, según lo que dice mi esposo.
¿Qué día exacto dice usted que venció el cáncer?
Supe que había vencido el cáncer el día que fui a mi última radiación. El radiólogo me aconsejó una dosis extra de yodo riadoactivo, a pesar de que mi cirujano me había comentado que durante la operación me extrajo todo desde la raíz. Salí con lágrimas en los ojos porque una radiación más significaba estar alejada de mis hijos por varios días, pero decidí realizármela para estar segura que sanaría por completo. De todos modos, aún queda ese temor de que pueda volver a aparecer, pero he aprendido a no pensar en el futuro y enfocarme en el presente.
Hablemos de la labor social que realiza en el Oncológico. ¿Cómo siente que esto ayuda a los pacientes?
Como el paciente del Oncológico recibe radiaciones y quimioterapia, eso reseca y daña la piel, y mi ayuda va dirigida a este órgano. Con los recursos que me aportan las personas, yo les hidrato la piel a las mujeres, les pintamos las uñas, les arreglamos el cabello y las maquillamos, todo esto junto a otras chicas voluntarias que me donan su tiempo. Trato de ir dos veces al año al menos. Para mí, esa es como mi segunda casa porque recibo tanto amor de gente que ni siquiera me conoce.
Cuéntenos de su participación en la Campaña de la Cinta Rosada hace dos años.
La primera dama tuvo la idea de reunir a sobrevivientes de cáncer, no solo de mama, sino también de tiroides, de piel, de estómago, y niños con leucemia. Fue una campaña que incluía entrevistas, fotografías y gira de medios. El año pasado desperté y vi que me enviaban fotos de mi rostro que estaban ubicadas alrededor de la ciudad. Estaba en todas las paradas de buses como la cara de la Campaña de la Cinta Rosada.
¿Cómo define usted el éxito?
Lo defino como una ventana llena de oportunidades, y eso es lo que he tenido. Me siento exitosa, no solo en lo profesional, sino como mujer, ante todo, porque he educado a dos hijos y tengo un gran esposo. Tengo éxito porque he podido seguir viviendo, a pesar de las dificultades que conlleva tener un cáncer de tiroides.