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La diseñadora holandesa volvió a presentar un mágico show cargado de tecnología y surrealismo, mientras que el duo inglés deslumbró con el glamour hollywoodense.
La diseñadora holandesa Iris Van Herpen (1984) continúa la exploración de los límites entre tecnología y moda con su colección "Syntopia", que presentó hoy en la pasarela de Alta Costura parisina, fruto de un trabajo en colaboración con científicos y escultores inspirados por la biomímica. Esta disciplina, que se vale de procesos biológicos para ayudar a diseñadores, ingenieros o arquitectos a encontrar soluciones sostenibles a problemas específicos, le sirvió para instalar una serie de cristales que se movían con las modelos imitando el vuelo de los pájaros.
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Una estética acorde con las creaciones orgánicas de Van Herpen, que consigue hacer puestas en escenas espectaculares y vestidos de técnicas asombrosas, que desfilaron bajo el montaje expresamente elaborado por los artistas Lonneke Gordijn y Ralph Nauta, de Studio Drift. En esta ocasión, la colección constó de una serie de abrigos de lana rectos cortados con láser y decorados con figuras geométricas en piel, y vestidos transparentes de organza con plisados que se superpusieron en distintas direcciones para crear un efecto de movimiento a cámara lenta. La cronomatografía de Studio Drift permitió a la holandesa estudiar con gran detalles el drapeado de las prendas, que la inspiraron para descomponer los tejidos "como las capas de las plumas de un pájaro", explicó la diseñadora en un comunicado.
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En la segunda jornada de Alta Costura, donde se presentan las colecciones otoño-invierno 2018/2019, también fue el turno de Ralph & Russo, que mostró sus diseños de alfombra roja "hollywoodiense", como probó el éxito que tuvo recientemente uno de sus "looks" cuando la actriz Angelina Jolie lo lució en Londres. Los británicos Tamara Ralph y Michael Russo viven su momento de mayor éxito mediático tras once años de trabajo, después Irisde que la duquesa de Sussex, Meghan Markle, recurriera a ellos para el velo de su boda con el príncipe Enrique.
Con un toque de sofisticación inspirado en el cine de los años cuarenta, el dúo propuso largos vestidos de sedas satinadas y pedrería con escotes en corazón o palabra de honor. En las faldas, decoradas con volantes, las rajas asimétricas subieron hasta la ingle, dejando toda la pierna al descubierto y logrando un efecto infinito gracias a altos salones de tacón. Colores vibrantes como el dorado, el púrpura o el azul destacaron entre transparencias negras en tul o un elegante conjunto de mono en palabra de honor y con cola.
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Cerró la pasarela un traje de novia blanco con silueta campana, decorado con cristales y una cola que surgía de los hombros, a modo de alas. La firma se consolida como una de las marcas de referencia del lujo británico y ha empezado a abrir tiendas por todo el mundo en paralelo al lanzamiento de sus colecciones prêt-à-porter. EFE.
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