- Para Padres
Temáticas que vuelven a surgir: el control de armas en EE.UU. y la salud mental.
Los recientes eventos ocurridos en Maryland y anterior en Parkland, Florida, han conmocionado a todo el mundo. No porque sea un tiroteo muy distinto al pesado historial que carga EE.UU., sino porque el mundo entero ha levantado sus voces y expresado -“¿Hasta cuándo con esto?” Según Euronews, ha habido 291 tiroteos escolares en Estados Unidos, los últimos con un mes de separación.
Antes de eso, había ocurrido en 2013. Aclaro “tiroteo escolar”, pues sabemos que ha habido muchos más en diferentes espacios como lo fue el de Las Vegas (en un concierto) o el de Orlando (en una discoteca).
En las redes y medios resonaron dos temas muy importantes a raíz de este evento: el control de armas en EE.UU. y la salud mental. Sería muy fácil justificar todos los tiroteos y atentados como consecuencia de un desorden mental, sin embargo, esto sería solo buscar un chivo expiatorio y escudarse detrás de él.
El fallido control de armas a propósito debido a la absurda flexibilidad en la venta de armas a toda la población y lo lucrativo que es el negocio nos muestra todo lo que está mal. Cuando los accidentes automovilísticos estaban en descontrol, se hicieron miles de regulaciones sea a través del uso del cinturón de seguridad, regular la velocidad y aumentar las infracciones por conductas riesgosas. Hoy día existen estas normas porque funcionan y se ven en las estadísticas. Así mismo debe pasar para el uso de armas de fuego.
Ahora bien, ¿debemos ignorar la salud mental? Definitivamente que no. En Psychology Today, el Dr. Beresin, profesor de Psiquiatría en la escuela de Medicina de Harvard expresaba que el 20% de la juventud estadounidense padece de algún trastorno mental. Pero eso no significa que los mismos tomen un rifle de asalto y atenten contra la vida de los demás sin remordimiento en un espacio público.
La realidad es que estos actos son prevenibles en cada momento. La historia nos muestra que otros países lo han logrado, y la sociedad nos refleja que debemos prestarle más atención a nuestra juventud en general. Lo que la sociedad dicta de ser hombre o mujer está cambiando y evolucionando cada día (en algunos aspectos para bien, en otros, bueno... sería para otra columna). Lo que sí es cierto es que la mayoría de los tiroteos escolares son ocasionados por varones. El acoso escolar, el aislamiento social, la falta de guía y, sobre todo, de herramientas para manejo y regulación de emociones son ingredientes altamente peligrosos en el desarrollo de los jóvenes que los convierten en una bomba de tiempo. Y no solo hablo de tiroteos, sino también de suicidios, trastornos alimenticios, adicciones, etc.
Como padres, maestros, entrenadores, mentores, cuidadores, y simplemente adultos, tenemos la responsabilidad de acercarnos a la juventud, en vez de ais- larla con etiquetas como “Millenials” o la “Gen Z”, que lo único que hace es una brecha comunicacional más grande. Debemos reconectar con ellos. Convertirnos en pequeños turistas de sus mundos y cuestionar con curiosidad y no con prejuicio como viven el día a día, reflejarles las emociones que puedan sentir como miedo, angustia, enojo, frustración y mostrarlas como aceptables; decirles que no duran para siempre y se pueden manejar. La verdadera vida no es como Instagram, los “likes” no son muestras de apoyo y sentirse mal es aceptable. Hay que dejar los teléfonos a un lado y conversar con nuestros hijos o los de nuestros amigos, asistir a clases para padres si es necesario y orientarnos con profesionales. La prevención siempre será la mejor solución.