Silvia Estarás

Vie, 03/04/2016 - 19:12
La cultura en Panamá se encuentra en transformación. Parte de esta responsabilidad la ha asumido esta amante de las artes como la directora del Museo de Arte Contemporáneo.
¿Adjudicas tu inclinación a las artes al interés propio, a tu entorno familiar en Europa?

Imposible desligarlo de una educación, entorno familiar y social. Desde pequeña he estado inmersa en un ambiente de cultura y pasión por la historia. Pertenezco a esa generación de españoles nacidos en la década de finales de los 70, que vivimos la apertura de un país a la cultura. Fue el momento de la creación de las redes de Bibliotecas Públicas, de los Centros Culturales Barriales, del impulso de la Animación Sociocultural... viví ese proceso, crecí en ese proceso. Desarrollamos una capacidad creativa y sensitiva muy fuerte, que hace que hoy la interpretación que hago de cualquier discurso artístico esté basado en una formación de la mirada y percepción.

 
Estudiaste en España, lo que te ha dado un panorama propio de las artes, ¿cuál fue tu percepción sobre el arte panameño?

Mi formación como Historiadora del Arte se basó fundamentalmente en el arte europeo y estadounidense. En la universidad enfoqué el arte como herramienta política, como instrumento de poder social. En Panamá, dada la historia de invasiones, revueltas, pasiones, anhelos; me esperaba encontrar un arte más reivindicativo, pero descubrí un eclecticismo muy interesante. Fruto de un lugar de tránsito, que hace que el reencuentro con la identidad panameña quede diluido. Puedes observar corrientes europeas en artistas como Roberto Lewis (Romanticismo); Alfredo Sinclair (Abstracción) y Brooke Alfaro (Realismo social y mágico); sé que estoy dejando muchas referencias afuera, pero son los tres nombres que tengo presente y que obviamente han marcado un estilo en las generaciones de artistas panameños.

 

¿Y el artista local que se robó tu atención?

Llegué a Panamá en el año 2005 con dos nombres anotados en mi libreta de viaje: Gustavo Araujo y Brooke Alfaro. En 2004 tuve la oportunidad de ver en Madrid, en el Centro Cultural Conde Duque, una colectiva de artistas centroamericanos. Sin saber que Panamá sería mi próximo destino, me interesó muchísimo el trabajo de las pandillas en un video de Brooke y la serie de fotos de la comunidad china de Panamá, que exponía Gustavo. Indagué sobre sus trabajos, y cuando Panamá se dibujó en mi mapa de vida, fueron los primeros artistas a los que me interesó conocer. Pero no son los únicos, siento mucho respeto y admiración por: Sandra Eleta, Coqui Calderón, Isabel de Obaldía, Guillermo Trujillo, Julio Zachrisson y Alicia Viteri.

 

¿En qué afecta la derogación de la ley de la cultura?

En la inexistencia de una política pública, ya que una ley de cultura es el marco esencial para poder trabajar en políticas públicas culturales. Estoy convencida, y es una opinión muy personal, que se necesita un marco normativo que regule, apoye y desarrolle las intervenciones en el ámbito cultural, y no para ser usado como restricción, sino como guía para el fortalecimiento del tejido cultural. Y Panamá ya tiene un modelo exitoso, la Ley de Cine, no olvidemos, es una industria cultural.

 

Panamá ha dado un vuelco en los eventos que promueven la apreciación del arte, ¿qué cosas aumentarían su divulgación?

Una difusión y divulgación más masiva, que abarque a más estratos sociales. Tiene que llegar a más público, aún hay una apreciación de los eventos artísticos como de élite, es cuestión de trabajar en que en el arte y la cultura participamos todos.

 

¿Cómo los padres pueden involucrar a sus hijos al arte?

La educación artística empieza en el hogar y en las escuelas hay que cultivar la semilla creativa y el interés. Les invito a que nos visiten en el Museo de Arte Contemporáneo donde tenemos una oferta de talleres artísticos que crecerán orientados a la familia. 

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