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Redes sociales, cánones de belleza inalcanzables y aspiraciones que derivan de ello: los casos de la llamada “dismorfia del selfie” aumentan exponencialmente. ¿En qué consiste? ¿Por qué crece?
La dismorfia del selfie, un tipo trastorno dismórfico corporal, gana terreno a grandes pasos y fija en su punto de mira las poses, los filtros y la falsa naturalidad que se promueve en las redes sociales.
Y es que, pese a que la distorsión de la autopercepción no es una novedad, ha surgido un nuevo concepto ligado a ello: desde el Boston Medical Center ya se habla de la "dismorfia del selfie", un trastorno dismórfico corporal (TDC) que agrupa a un tipo de paciente que busca pasar por el bisturí con tal de parecerse a sus propias fotos retocadas.
Referentes irreales que acarrean problemas muy reales
El papel de las nuevas tecnologías es clave para comprender la cabida de este trastorno en la sociedad actual. En este sentido destaca el estudio sobre TDC elaborado por la Universidad Católica de Chile, que estima que el primer pico del trastorno dismórfico corporal aparece a los 16 años aproximadamente.
En otras palabras, la interacción social a través de las pantallas cada vez es más temprana y, con ello, la asimilación de ideales de belleza inalcanzables también. Porque la exposición a redes sociales no es otra cosa que eso: ver la falsa perfección e intentar alcanzarla.
Los adolescentes, víctimas de las redes
La interacción en redes, como consumo activo de esos ideales, hace que el trastorno dismórfico corporal se abarque de otra forma. La cercanía con los famosos, definida por la comunicación de igual a igual, hace que se asuma como "verosímil" la realidad digital, con todo lo que ello implica.
Esta importancia que se le da hoy a lo que se muestra en redes cambia todo. Hasta las prioridades: así, las mujeres de entre 16 y 25 años se estima que pasan hasta cinco horas a la semana tomando, retocando y compartiendo selfies, teniendo esto estragos incuestionables en la autoestima y autopercepción.
Los más jóvenes, por tanto, son un target fácil de este tipo de trastorno. Y hasta el propio Mark Zuckerberg lo sabe.
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Polémica por la toxicidad de las redes
Allá por septiembre de 2021, The Wall Street Journal publicó documentos internos que reflejaban algo que el creador de Facebook decidió ocultar: Instagram empeora la relación con su cuerpo en un tercio de la población adolescente, elevando los niveles de ansiedad y depresión.
¿Cómo afecta a hombres y mujeres?
Según un estudio de la Universidad de Oxford (Core Clinical Feautures of Body Dysmorphic Disorder) el TDC se manifiesta, como norma general, de diferentes formas en función del género:
En el caso de las mujeres, las áreas que más preocupan son:
- Nariz
- Muslos
- Caderas
- Piel
Por otra parte, los hombres se centran en otras zonas:
- Cabello (alopecia)
- Músculos
- Genitales
Estas inseguridades y la forma que tienen de solucionarlas solo desembocan en frustración.
Síntomas de "dismorfia del selfie"
Hay ciertas conductas que pueden connotar este trastorno psicológico. De esta forma se distinguen:
- Necesidad de camuflaje, que se manifiesta con el empleo de maquillaje, ángulos, posturas que puedan favorecer nuestra imagen
- Comparación con uno mismo y los demás
- Conducta de verificación, que consiste en mirarse de forma compulsiva e insistente al espejo
- Aseo e higiene excesivo
- Pellizcarse la piel
- Inseguridad
- Baja autoestima
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Pero ¿por qué tanta preocupación por el físico?
Todo por la aceptación
El ideal de la perfección, según indica el economista Daniel S. Hamermesh, es fruto del sesgo de aceptación que implica encajar en el ideal de belleza.
Este experto acuña dos términos: "prima de belleza" y "penalización por fealdad" y asegura que las personas más bellas reciben salarios más altos, llegando a 230.000 dólares más.
Por el contrario, los menos agraciados reciben una penalización económica por serlo: Iris Bohnet, profesora de Harvard, estima que, en este sentido, el salario es hasta un 13% más bajo en caso de los hombres occidentales (en el caso de las mujeres la brecha es menor) y hasta más de un 31% en las mujeres de Oriente, donde existe un mayor nivel de exigencia por la cosificación de la mujer en estas culturas.
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