
Todos quisiéramos, en lo más profundo, ser importantes, afortunados, inteligentes, bellos, etc. Cada quien tiene su propio delirio de grandeza. La clave en todo esto es cómo lo hacemos realidad.
La mitomanía, también conocida como pseudología fantástica, es aquel trastorno que lleva a la persona a mentir de forma constante. El mitómano busca, mediante la exageración o la invención de cosas, adoptar una nueva realidad personal en la que se ve a sí mismo como siempre quiso: más inteligente, afortunado, importante... Por lo general, el trastorno está asociado a otras patologías psicológicas como a la psicopatía o el trastorno histriónico de la personalidad.
Según la psicóloga clínica Indira de Ramos, la mitomanía se trata de un trastorno que tiene que ver con la historia, la formación, la falta de aprecio hacia sí mismo, la inseguridad y un yo débil reflejado en el individuo. Su necesidad urgente de aprobación, admiración y afecto los lleva a falsear su realidad.
Así también lo afirma la Fundación EROSKI, encargada de la información y formación al consumidor español. En su portal de salud, la fundación expresa que “la mitomanía es un problema que afecta a personas con un nivel de autoestima muy bajo”.
En el artículo “Engaño, enfermedades autoinflingidas, y simulación”, publicado en la revista Salud Mental, el psiquiatra Juan Luis Figueiro explica que “el interés de la persona que escucha satisface al paciente y, por tanto, refuerza el síntoma. Los pacientes, incluso, llegan a proveer información personal falsa”.
En el desarrollo del trastorno no existe una edad específica. Los especialistas recomiendan, a modo preventivo, que los padres se tomen el tiempo de escuchar con atención a los niños. Si eres madre de niños menores de 10 años, estás en una etapa educativa todavía. “Los niños en sí mismo por su naturaleza no tienen un juicio ético, debido a la inmadurez de su desarrollo cognitivo y emocional, el cual alcanzan no antes de los 10 años. Mienten por llamar la atención del adulto y así lograr satisfacer sus deseos inmediatos. Sin embargo, si las mentiras son muy frecuentes entonces hay que preocuparse”, señaló la Dra. De Ramos. “Es importante confrontar al niño para mostrarle que la mentira en sí no es buena y que tiene con ella consecuencias”.
Existe, además, una diferenciación entre la mitomanía patológica y aquella que no la es. De acuerdo con el psiquiatra Juan Luis Figueiro, “el engaño es hacer creer una cosa que no es verdad a otra persona”, mientras que “la mentira patológica se refiere a aquella mentira que es compulsiva o impulsiva, y aparece con cierta regularidad”.
Si la mentira entonces se convierte en algo inevitable y de carácter repetitivo, ¿cómo se erradica este trastorno?
La mitomanía, según la Dra. De Ramos, se trata con un psicoterapeuta que ayuda a reconocer la raíz de la compulsión y adicción a mentir.
Agregó que “en la terapia se le expone al paciente por medio de entrevistas el costo que conlleva su forma de actuar. Lo más importante es lograr confrontarlo con su realidad”.
Una vez confrontada la persona, el tratamiento sigue con una serie de pasos que el especialista catalogará como justos y necesarios. Sin embargo, en la actualidad no existen estudios que establezcan una pauta terapéutica específica.
La tarea de aquellos que formamos parte del entorno del mitómano es, en primera instancia, mantenernos serenos y tranquilos, y no exteriorizar ningún tipo de burla o contradicción hacia ellos. Es importante reconocer su valor como persona, que se le ama y se le respeta tal cual es. “De ser posible, sugerirle que se apoye en otros y se involucre en actividades en las que él pueda sentirse cómodo con lo que tiene. Lo más importante es que el individuo se acepte”, señaló la Dra. De Ramos.
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