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Él tenía 56 años y ella 57, juntos tenían por delante el reto de metabolizar ese pecado "original" para que se reconociera su gran historia de amor y se viera a Camilla, duquesa de Cornualles, desde ese momento, como una buena opción para la monarquía.
El 9 de abril de 2005 Windsor amaneció desapacible y con un despliegue tímido en torno al castillo y a las residencias reales, en parte porque la boda que se celebraba esa mañana era distinta y mantenía dividida a la población. El entonces príncipe Carlos -hoy nuevo monarca del Reino Unido- se casaba con Camilla Parker-Bowles después de treinta años de relación, de su matrimonio fallido con Diana de Gales y de haber sorteado todo tipo de dificultades políticas, sociales, morales y religiosas, entre ellas la de que el futuro gobernador supremo de la Iglesia de Inglaterra se casara en segundas nupcias después de haber cometido (literalmente se dijo así durante la misa que se celebró en la capilla de San Jorge tras la boda civil) "múltiples pecados".
No hubo grandes fastos, la reina Isabel II solo estuvo presente en la misa, pero no en el Ayuntamiento, y el duque de Edimburgo solo accedió a estar en las fotos oficiales. No hubo una gran representación de monarquías extranjeras, ni de autoridades del Estado, tampoco se besaron en la escalinata, la novia no llevaba tiara y se desconocía qué título ostentaría en el futuro. Él tenía 56 años y ella 57, juntos tenían por delante el reto de metabolizar ese pecado "original" para que se reconociera su gran historia de amor y se viera a Camilla, duquesa de Cornualles, desde ese momento, como una buena opción para la monarquía.
Tras la muerte de Isabel II, ese momento ya ha llegado y Camilla, en contra de todo pronóstico y tras una carrera de fondo, se ha convertido en la nueva reina consorte del Reino Unido.
Comenzaba la década de los setenta cuando Carlos y Camilla se hicieron amigos, les presentó una amiga en común, Lucía Santa Cruz, hija del embajador de Chile en Londres y con la que el Príncipe había tenido un fugaz romance. Fue ella, la hija del embajador, la que los puso en contexto con una frase que se ha hecho famosa: "Vosotros dos debéis tener cuidado, tenéis antecedentes genéticos". La "celestina" se refería a que la bisabuela de Camilla había sido la amante oficial del tatarabuelo de Carlos, el rey Eduardo VII. Una relación larga y formal que contó con el beneplácito de todos, duró hasta la muerte del Rey y que a ella, Alice Keppel, le sirvió para medrar en una sociedad en la que las relaciones extramatrimoniales eran bastante aceptadas y comunes en los círculos adinerados de la época.
A Carlos le gustó Camilla desde el principio, era simpática, divertida y espontánea, distinta a todas las novias que le adjudicaban y se sentía cómodo con ella. A Camilla le costó un poco más, sin embargo, disfrutaba de su compañía y comenzaron a salir. Nunca transcendió porque rompieron en 1973, es posible que a ella le agobiara un futuro como consorte real y es obvio que no cumplía con los estándares que la Casa Real tenía fijados para el heredero. Camilla Shand, ese era su nombre de soltera, era católica y no anglicana, tenía más experiencia en la vida, era más libre a nivel emocional y definitivamente menos conveniente para el futuro rey. Carlos era un romántico pero sabía que la Corona implica sacrificios y su vida amorosa era uno de ellos; tanto su padre, el duque de Edimburgo, como su tío abuelo y mentor, Lord Mountbatten, que eran hombres pragmáticos, le recordaban que su boda era un asunto de estado. Así que mientras encontraban a la princesa de Gales ideal, Carlos se fue al Caribe con la Marina Real y Camilla se reencontró con Andrew Parker-Bowles, su novio intermitente.
Tanto Camilla como Andrew tenían vínculos con la Familia Real, él incluso había tenido un romance con la princesa Ana, además era compañero de polo de Carlos y siendo niño había participado en la coronación de Isabel II como paje.
Camilla y Andrew se casaron en julio de 1973 y esto dejó devastado al príncipe Carlos, que se convirtió en el padrino del primero de los dos hijos que tuvo el matrimonio.
La vida de Camilla Parker-Bowles durante aquellos años era cómoda, rutinaria y fácil, tal y como ella había previsto. Le gustaba vivir en el campo, tener caballos, estar cerca de su familia, cuidar de los niños y disfrutar de la vida social. Nunca estuvo interesada en desarrollar una carrera profesional, había viajado para aprender francés, tener conocimientos de arte y saber esquiar. En definitiva, tenía la preparación necesaria para casarse con alguien que le proporcionara un nivel de vida acorde a sus expectativas. Camilla era una privilegiada en muchos sentidos, pero sobre todo en el familiar, había tenido una infancia feliz y sabía perfectamente lo que es el calor de un hogar.
Su padre, Bruce Shand, un militar al que los alemanes hicieron prisionero de guerra, era un hombre distinto al duque de Edimburgo y a Lord Mountbatten. Era cercano, amoroso, sensible y volcado en la felicidad de su hijos y nietos. También lo fue la madre de Camilla, Rosalind Cubbitt, descendiente de una familia con bastantes recursos económicos, en parte por esa relación que mantuvo la bisabuela materna de Camilla con el Rey.
Los escandalosos noventa
Mientras Camilla y Andrew Parker-Bowles vivían sus primeros años de matrimonio en una pequeña localidad del condado de Wiltshire, a dos horas de Londres, la Casa Real británica buscaba a la princesa de Gales adecuada; según Lord Mountbatten tenía que ser atractiva y de carácter dulce. El matrimonio del heredero, que tenía 33 años, empezaba a apremiar y entró en escena Diana Spencer, una joven sin pasado (cuando se prometió con Carlos tenía 19 años y ninguna experiencia en la vida) que descendía de una de las tres familias más nobles del Reino Unido. Carlos y Diana se casaron en 1981 y esa boda sí fue a lo grande, con todo el esplendor que caracteriza a los Windsor y exportando al mundo la idea de la gran historia de amor.
La Casa Real británica no acertó demasiado con la elección de su "rosa inglesa", si bien el país la idolatró hasta límites insospechados, el matrimonio terminó de forma escandalosa cuando el mundo descubrió que el príncipe de Gales estaba enamorado de una amiga de toda la vida, Camilla Parker-Bowles, con la que mantenía una relación secreta.
No era un affaire, pero nadie quiso verlo. El Reino Unido -y el mundo en general- se solidarizó con Diana, muestra de ello es que entre sus pertenencias se encontró una carta que le había escrito el duque de Edimburgo y decía lo siguiente: "Carlos hizo una tontería arriesgándolo todo por Camilla siendo un hombre de su posición. Nunca imaginamos que podría dejarte por ella. No puedo imaginarme a nadie en su sano juicio dejándote a ti por Camilla". Su suegro decía en privado lo que todo el país comentaba en público, pero la explicación es sencilla: Diana tenía el amor del reino pero no del Príncipe, Camilla, en cambio, tenía el amor del Príncipe y eso le trajo el odio del reino.
La transformación
Desde que se hizo pública su relación con el príncipe Carlos en 1992 hasta que consiguieron casarse en el año 2005, Camilla vivió una profunda transformación. De la noche a la mañana se convirtió en la mujer más buscada del país, no tenía derecho a protección (sus hijos tampoco) y su marido le pedía el divorcio. Iniciaba así un declive de su imagen que empeoraría en 1995, cuando Diana compartió su tristeza en la famosa entrevista del siglo que concedió a la BBC con el fin de acelerar un divorcio que nunca llegaba.
"Eramos tres en mi matrimonio", dijo la princesa de Gales e Isabel II no tuvo más opción que autorizar el divorcio de los príncipes de Gales en 1996. La Casa Real británica anunció que "el heredero no tenía la intención de volver a casarse", es decir, no iba a formalizar su relación con Camilla, lo que la dejaba en ese lugar de eterna amante.
La historia se repetía, no la habían aceptado como pareja de Carlos en los sesenta y tampoco lo harían en los noventa, mucho menos después de la muerte de la princesa de Gales en agosto de 1997. Esa trágica noche Diana se volvió eterna, la popularidad de Carlos cayó a mínimos históricos (incluso la Reina se vio salpicada) y Camilla se convirtió en la villana nacional. Llegados a este punto solo había una opción: volverá a esconder su amor. Aunque Carlos tenía una cosa clara, Camilla era una parte de su vida a la que nunca iba a renunciar.
Camilla era la mujer a la que Carlos quería. Ella le apoya, nunca le eclipsa, le hace las cosas fáciles y es capaz de mediar con sus cambios de humor. Eso sin olvidar un detalle clave, Camilla tiene algo que ha escaseado en la vida de Carlos: inteligencia emocional. Camilla había tenido una vida familiar plena, sintiéndose querida, libre y apoyada desde que era niña. Para Camilla su familia (sus padres, su hermana Annabel y sus hijos, Tom y Laura) eran un refugio y para Carlos -que siempre lidió con un vacío emocional y una sensibilidad extrema dada su posición- el refugio era ella. Así comenzó una elaborada estrategia para transformar la percepción que los británicos tenían de ella, con el lejano deseo de que algún día el entonces heredero pudiera formalizar su relación con ella sin generar el enésimo escándalo.
El equipo de secretarios y relaciones públicas del príncipe Carlos desarrollaron una estrategia sin prisa pero sin pausa. En 1999, cuando Diana llevaba dos años fallecida, sacaron la primera imagen de los dos juntos en la misma fiesta, él le ponía la mano a ella ligeramente en la espalda y ese fue el primer indicador de que la pareja no se escondía, aunque ese día se publicaron varios titulares de la prensa británica que seguían refiriéndose a ella como "la amante". En el año 2000 la Reina (que nunca había invitado a Camilla a ninguna fiesta) aceptó coincidir con ella en el 60º cumpleaños del rey Constantino de Grecia; un año después fue el príncipe Guillermo el que coincidió con ella en un acto público repleto de editores de periódicos, una fiesta de la Press Complaints Commission en Somerset House. Fue así, poco a poco, hasta que la Reina autorizó esa discreta boda civil con una posterior bendición religiosa, en parte, porque era insostenible que el hombre llamado a encabezar la Iglesia anglicana en el futuro llevara treinta años viviendo con la que todos seguían llamando "la amante".
Ante la presencia de la Reina y los hijos de ambos, la pareja reconoció en la Capilla de San Jorge del Castillo de Windsor, según una lectura de pasaje del Libro de Oración Común, lo siguiente: "nuestros múltiples pecados y maldades, que en ocasiones hemos cometido con la máxima gravedad contra Su Divina Majestad, provocando su justa ira e indignación contra nosotros. Nos arrepentimos de corazón y estamos sinceramente disgustados por nuestras malas acciones, cuyo recuerdo nos resulta doloroso y cuyo peso es insoportable". Con la bendición del arzobispo de Canterbury la pareja empezó una nueva vida con Camilla convertida en Alteza Real y duquesa de Cornualles; así comienza una nueva transformación para adaptarse a la vida de palacio y a las obligaciones que eso conlleva.
Con casi 60 años Camilla empezó a trabajar, asumió la responsabilidad de cumplir con una agenda oficial ya que esto forma parte de entrar a la Casa Real. Se conviertió en patrocinadora de un centenar de organizaciones benéficas, algunas con las que ya colaboraba antes como las relacionadas con la osteoporosis, enfermedad que padecieron su abuela y su madre. Su trabajo durante estos años se ha centrado en apoyar causas relacionadas con las Fuerzas Armadas, las artes, el feminismo, la violencia doméstica y las agresiones sexuales. Aboga por el empoderamiento de las mujeres y está preocupada por los mayores y el envejecimiento activo. Igual que Carlos apuesta por promocionar los productos de proximidad y apoya a agricultores, ganaderos y artesanos locales. Camilla también se unió a los desplazamientos internacionales con los que tenía que cumplir Carlos, a petición de la Oficina de Relaciones Exteriores, Commonwealth y Desarrollo para promover los intereses diplomáticos británicos.
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