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La confección de confesionarios y rosarios que se utilizarán a lo largo de la Jornada Mundial de la Juventud está a cargo de un grupo de privados de libertad
La jornada en el taller Libertad, ubicado en el centro penitenciario La Joya, comienza temprano. Treinta y cinco privados de libertad asisten todos los días, desde las 8:00 a.m. hasta las 4:00 p.m., a trabajar las cruces de madera. Estas forman parte de los 250 confesionarios que serán ubicados en el parque recreativo Omar en enero del 2019, en el marco de Jornada Mundial de la Juventud.
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Luis Domínguez es el encargado de pintar y supervisar el lijado de los confesionarios. “Aunque nosotros no podamos estar allí, ya sentimos que estamos haciendo algo importante, y le doy gracias a Dios por la oportunidad que nos han dado a nosotros como privados de libertad de aportar con una misión tan importante como es la JMJ”, explicó. Para muchos de los reclusos, el trabajo de ebanistería es el camino hacia la libertad, según Domínguez, quien explica que haber aprendido este tipo de oficio en la cárcel es algo positivo, ya que le servirá de sustento en el futuro, cuando cumpla su condena.
Alma De León, coordinadora de Proyectos del Sistema Penitenciario, dijo que este trabajo se realiza con el apoyo de un instructor del Instituto Nacional de Formación Profesional y Capacitación para el Desarrollo Humano (Inadeh) y es una manera de demostrar a la sociedad la capacidad que tienen los privados de libertad y los deseos que albergan de ser personas diferentes y útiles.
Jesús Ramos es uno de los reos que ayuda en la labor. Haber sido tomado en cuenta para esta iniciativa ha cambiado sus días dentro del penal. Estaba convencido de que cumpliría su condena en medio de cuatro paredes. “Yo soy evangélico y agradezco que me hayan tomado en cuenta porque aquí he aprendido a utilizar las herramientas, a trabajar con base al respeto y juntos hacia una misma meta. Gracias a la JMJ me siento incluido y feliz de trabajar para Dios”, destacó.
Sharon Díaz, subdirectora general del Sistema Penitenciario, destacó que este tipo de proyectos marca al privado de libertad, no solo en la parte técnica. “Saber que están aportando al proyecto país en lo espiritual les hace sentir presentes dentro de la Jornada Mundial de la Juventud. Sin importar la fe que cada uno de los privados profese, son un solo equipo y saben la importancia de trabajar en un proyecto único como este”.
Los confesionarios
La diseñadora de interiores Lilibeth Bennet creó dos modelos distintos de estos confesionarios, ambos inspirados en las líneas curvas que tiene el logo de la JMJ y utilizando los mismos colores. Para ella, sus diseños cobran un significado aún más especial al ser llevados a la realidad por reclusos, ya que “en ellos está la obra transformadora de Cristo, capaz de sacar lo mejor de cada uno de nosotros”.
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Iniciativas femeninas
Mientras el grupo de 35 reclusos dedica sus días a realizar los confesionarios para este evento juvenil, 60 mujeres pasan sus días dentro del Centro Femenino de Rehabilitación Cecilia Orillac de Chiari (Cefere) uniendo cuentas para hacer rosarios (camándulas o denarios).
El programa llegó al centro de la mano de Luz Ángela Tavares, catequista de la parroquia San Gerardo María Mayela, de la arquidiócesis de Panamá, regentada por la orden de Misioneros Redentoristas. Ángela dice que el rosario ha provocado conversiones, gracias a que algunas de las privadas de libertad no se han limitado a la elaboración, sino que han adquirido el hábito de rezarlo, por convicción propia.
Ese es el caso de Diana Torres, coordinadora interna del proyecto. “Esto ha servido a nuestro crecimiento en la fe, ya que desde nuestra propia realidad nos sentimos útiles sabiendo que estamos haciendo un rosario para que otras personas puedan orar, y eso nos llena mucho el espíritu”, manifestó.
En el proyecto también colaboran mujeres de otras denominaciones religiosas, como la venezolana Zuleima Coromoto, quien es adventista, pero colabora porque allí se siente “libre”.
Las mujeres que participan en el proyecto no solo realizan manualidades. También estudian una carrera dentro del centro penitenciario, ofrecida por la Universidad de Panamá, lo que les da la oportunidad de hacer un cambio positivo en sus vidas.
La intención del taller Hijas de la Fe es posicionarse como un centro de producción de artículos religiosos y “souvenirs” de diferentes tipos, con lo que sus colaboradoras lograrían obtener una entrada económica para poder aportar en sus hogares con una mirada de conversión y misericordia. Además, esto aseguraría la continuidad del proyecto dentro del centro penitenciario.
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