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Desde la antigüedad, las mujeres han sido valoradas por la sociedad como "incubadoras de hijos", su función en el sexo era gestar a la descendencia y, además, debían permanecer castas hasta el matrimonio. Hasta que se empezó a pensar en el placer de las mujeres y el propio poder sobre su cuerpo tuvieron que pasar siglos.
La libertad de las mujeres para ejercer su sexualidad como ellas quieran es algo relativamente nuevo. Desde las primeras civilizaciones, ha existido un control de organismos superiores y de los hombres sobre el cuerpo y el placer de las mujeres.
En la Edad Media, la sexualidad estaba principalmente bajo los mandatos de la Iglesia. La masturbación femenina era considerada un pecado mayor; además, ese dominio se ejercía hasta el nivel de hacer llevar a las mujeres un cinturón de castidad: se trataba de una especie de calzón de hierro que se cerraba con llave y cuya finalidad era que las esposas no fueran infieles a sus maridos.
Cabe destacar que la única posición sexual apropiada por la institución eclesiástica era el misionero, puesto que era considerada la mejor para que la mujer quedase embarazada.
Lo cierto es que, desde la antigüedad, las mujeres han sido valoradas por la sociedad como "incubadoras de hijos", su función en el sexo era gestar a la descendencia y, además, debían permanecer castas hasta el matrimonio. Hasta que se empezó a pensar en el placer de las mujeres y el propio poder sobre su cuerpo tuvieron que pasar siglos.
La historia de la libertad sexual de las mujeres
La libertad sexual de las mujeres comienza a ser visible en mayo del 68. Es en esta fecha cuando empieza una reivindicación en Estados Unidos con el Movimiento de Liberación de la Mujer. Dicho movimiento se extendió también por Europa. Uno de sus objetivos principales era devolver a las mujeres el dominio de su cuerpo.
El planteamiento feminista de la sexualidad de los años sesenta surgió en parte de los grupos de autoconciencia: se trataba de colectivos donde las mujeres podían hablar de sexualidad y se hacía ver a las participantes que se trataba de una cuestión política y no solo del ámbito privado.
En este movimiento se declaró el fin de la vinculación entre sexualidad y reproducción; se denunció que la sexualidad estuviera hecha por y para los hombres y se expuso públicamente a través de literatura, reportajes y estudios (como el Informe Hite, uno de los más notorios) que las mujeres de la época no disfrutaban cuando mantenían relaciones y no llegaban al orgasmo, algo que debía reivindicarse.
La masturbación femenina, de la historia al negocio
Incluso el origen de la masturbación también ha estado ligado al hombre. El primer vibrador electromecánico se inventó a finales del siglo XIX. Nació como respuesta a los médicos que demandaban un aparato que les sirviera para desarrollar la terapia contra la denominada "histeria de las mujeres" de manera más práctica y rápida.
La terapia que realizaban antes de la invención del aparato consistía en ejercer la masturbación a las mujeres para "curarles" el sentirse nerviosas, ansiosas o enfadadas y era la razón por la que los médicos decían sentirse agotados tras la práctica.
De hecho, existen investigaciones (aunque otras indican que no hay suficientes evidencias de ello) que concluyen que los doctores usaban la masturbación para tratar la histeria en las mujeres desde el período romano.
Esto finalizó en 1915, año en el que la Asociación Médica de Estados Unidos hizo una declaración pública en la que anunció que el uso médico de los vibradores era "un delirio y un engaño" y que los efectos de estos eran psicológicos y no médicos.
Tras este hecho, a partir de los años 20, las empresas de vibradores dejaron de publicitar sus productos de forma enfocada a los profesionales de la medicina y los empezaron a dirigir a las consumidoras como juguetes sexuales.
Desde ese momento, el negocio de los juguetes sexuales y de las sex-shops se ha ido expandiendo, teniendo como punto clave la pandemia de la Covid-19 y el consiguiente confinamiento, que sirvió para que las ventas crecieran.
La lucha continúa
Milones de mujeres consideran que se debería trabajar para acabar por fin con los prejuicios de la sociedad acerca del sexo y para que de verdad las mujeres puedan ser libres en su sexualidad: la educación.
Reclaman una educación sexual de calidad e impartida por profesionales, que sirva para desmitificar ciertas informaciones, que sirva para autoconocerse y, también, para evitar violencias y enfermedades.
Esto, junto a una naturalización de la sexualidad para acabar con el tema tabú, visibilizar el sexo como algo cotidiano y acabar con los roles de género serían los siguientes pasos que se deberían llevar a cabo, según las expertas.EFE
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