Creciendo en un Panamá que sí lee

Jue, 08/27/2015 - 18:40
En el verano de 1994, mi vida cambió radicalmente, tuve más de un amigo imaginario, entre ellos a Tom Sawyer, Huckleberry Finn y Joe Harper. Conocí lugares místicos como el río Misisipi, todo eso sin salir de casa, sin tomar un avión, porque durante esas vacaciones, en un intento por acabar con el aburrimiento que supone estar en casa luego de mudarte de barrio,  me refugié en la pequeña biblioteca de la residencia donde empezamos a vivir, allí mis mejores amigos eran viejos libros y enciclopedias, el inicio de una linda relación con la literatura. Allí encontré el primer libro que leí, “Las Aventuras de Tom Sawyer”, de Mark Twain. 
 
La literatura cambió el curso de mi vida desde aquel verano. Abrir un libro, para mí, implica liberarme de prejuicios, aprender cosas nuevas, conocer personas, lugares, religiones, culturas, historias fantásticas y otras más reales, pero igual de impresionantes. Muchas de esas historias dieron lugar a confusiones propias de cualquier niño que empieza a conocer el mundo,  pero que fueron aclaradas con el paso del tiempo basado en la educación recibida en casa y el colegio.
 
Leer en Panamá es fácil y barato y sé que aquí algunos van a decir que soy una mentirosa, incluso yo creía que en “Panamá nadie lee” hasta que con los años me encontré con muchísimas personas que, al igual que yo, se emocionan ante cada nuevo libro que llega a sus manos. Es fácil, porque solamente precisa tener tiempo para ello y quien haya intentado llegar a algún sitio en esta ciudad en menos de media hora, sabrá que esos valiosos minutos puede aprovecharlos leyendo “Juego de Tronos” y le sobrará tiempo. Es barato porque al menos de pequeña recuerdo que mamá me llevaba a Salsipuedes para buscar los libros de la escuela y, por cosas del destino, a Rogelio Sinán lo conocí en uno de esos pintorescos puestitos, era un libro usado, con esas señas típicas del que ha disfrutado la historia y desmenuzado cada párrafo. 
 
Este año se celebró la decimoprimera versión de la Feria Internacional del Libro de Panamá, iniciativa organizada por la Cámara Panameña del libro desde el año 2001, a la que asistimos  cada quien por un motivo distinto, pero que más que una feria de editoriales y librerías, se ha convertido en un punto de encuentro e intercambio cultural con el país invitado, este año, Guatemala. Una feria se trata de intercambio de mercancía por dinero y vas a encontrar una oferta muy interesante, por supuesto que los “best seller” estarán en la primera fila de todas librerías, pero sí que da gusto quedarse una hora en un estand acariciando cada libro, mirando precios, conociendo autores, sonriendo con nostalgia al ver los libros que ya leíste y que traen a tu memoria lugares, momentos y personas que hacen ese libro muy especial.
 
Desde la primera vez que asistí a la Feria Internacional del Libro de Panamá, tuve la certeza de que se convertiría en el evento más importante a nivel cultural que hoy es, que más que vender libros, abarca otras actividades, tales como presentaciones de libros, talleres de escritura, congreso de promoción de lectura, seminario de derecho de autor y la semilla principal de este gran proyecto de fomento de la lectura, el área infantil, que busca siempre atraer a los niños a este mágico mundo de los libros.
 
Actualmente, existen en el país iniciativas encaminadas a impulsar la lectura, por ejemplo, la Biblioteca Nacional Ernesto J. Castillero  cuenta con una colección muy amplia de literatura panameña y extranjera a disposición del público incluso para préstamos, el único requisito es solicitar un carné de lector, esto de por sí elimina aquella idea de que “leer es caro” o “inaccesible”; por otro lado, la Red Panameña de Narradores de Historias lleva  a cabo “Cuentos con sol y agua” en las instalaciones de la biblioteca nacional, una manera de acercar a los niños a las historias narradas por reconocidos cuentacuentos, como Adriana Sautu, Dagoberto Chung, Carlos Fong, Margarita González, Basilio Famanía, María Elena de Famanía, Lil Arriera, entre otros. De igual forma, el Plan Nacional de Lectura, con sede en el Instituto Nacional de Lectura, realiza importantes esfuerzos para promover la lectura, principalmente entre los niños, al constituir la base para el posterior dominio del lenguaje, la escritura y la lectura.
 
En este andar entre libros he conocido proyectos muy interesantes, personas que al igual que yo buscan que cada niño en este país encuentre el libro que también le cambie la vida, tal como me pasó a mí, ese libro que despierte su curiosidad, que le lleve a experimentar con otras formas de arte, a investigar y a marcar una diferencia en el país y el mundo. Panamá sí lee, soy testigo de ello todos los días. 
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