Restaurante Amal: centro de recuperación femenina

Vie, 10/09/2015 - 18:08

Por Marta Miera

Rabat, 9 oct (EFE).- De los fogones del restaurante Amal en la ciudad marroquí de Marrakech se desprende un delicioso olor a verduras cocinadas por varias mujeres que solo quieren una cosa: salir de la precariedad.

"Una mujer sin medios para ganarse la vida será siempre víctima de sus circunstancias". Esa es la premisa de Nora Belahcen Fitzgerald, la mujer que en 2012 dio luz a la Fundación Amal (que quiere decir esperanza) y que hoy se ha convertido en uno de los restaurantes más reputados de Marrakech.

Tanto es así que la web de viajes TripAdvisor sitúa a este establecimiento, que actúa como una "Madre Teresa" en Marruecos, entre los 10 mejores de la ciudad más turística del país.

Amal no es un restaurante cualquiera, su peculiaridad estriba en que los platos están elaborados por mujeres divorciadas, huérfanas, viudas o madres solteras, el gran estigma de la conservadora sociedad marroquí.

Cualquier taxista en Marrakech conoce este lugar convertido en un popular restaurante caracterizado por su toque familiar gracias a un equipo de mujeres que se esfuerzan para que todo esté a gusto del cliente.

Las chicas, vestidas con uniformes de camisa naranja y pantalón negro, corren de un lado a otro sacando los platos, mientras el chef va dando órdenes al equipo.

Una enorme cacerola de cuscús y otra de salsa junto a una bandeja con las verduras y la carne colocada con mimo aguardan para ser servidas en los tradicionales platos de barro marroquí, los tayines.

Los cuscus van saliendo del fuego y las chicas los van trasladando a las mesas de los clientes. No todos son conscientes de que detrás de cada uno de esos platos se esconde la valía de una mujer por salir adelante.

En esta fundación las mujeres aprenden a cocinar, pero también a gestionar la cocina, servir los platos, presentarse e interactuar con los clientes en inglés o en francés. En definitiva, desenvolverse profesionalmente en un restaurante. Y lo consiguen.

Para ello, varios profesionales voluntarios del sector de la restauración ayudan a las chicas, con edades comprendidas entre los 18 y los 40 años, y a quienes se les ofrecen además cursos sobre salud e higiene y, algo fundamental, ayuda psicológica.

"Tiene que aprender a mirarse al espejo y decirse que la mirada sobre sí misma es más importante que la manera en la que la sociedad las mira", comenta Fitzgerald, quien asegura que el 80 % de las mujeres que han pasado por la fundación se han insertado en el mundo laboral.

Durante los seis meses de curso una asistente social que se encarga de recorrer Marrakech busca posibles empleos para las chicas salidas de la escuela.

La fundación Amal nació de la voluntad de una persona; tras más de cinco años de practicar la caridad individualmente, Fitzgerald llegó a la conclusión de que ese modelo no le satisfacía.

"Me di cuenta de que si retiraba el dinero a una mujer, la situación volvería a ser la misma. Entonces tenía 25 años y no venía del mundo del desarrollo, pero entendí que debía utilizar mis capacidades intelectuales para prestar ayuda", destaca esta mujer de 35 años, madre de tres niños y licenciada en matemáticas y en lengua española en Estados Unidos.

Comenzó con dos mujeres haciendo pasteles para los alumnos de una escuela, y hoy dirige una casa en el centro de Marrakech con un patio lleno de mesas de mosaicos verdes y naranjas que acogen cada día a entre 60 y 120 personas.

"Sabía leer, escribir y realizar búsquedas por internet. Subestimamos mucho esas capacidades con las que se pueden hacer muchas cosas. El resto lo hicieron poco a poco ellas con la magia de sus manos", explica Fitzgerald que conserva el apellido de sus padres, estadounidenses conversos al islam establecidos en Marrakech en los años 70.

Durante años trabajó día y noche como voluntaria y recuerda que un día su marido le dijo: "Lo que haces está muy bien, pero la madre Teresa de Calcuta no tenía hijos".

Con la ayuda de amigos y más tarde con el apoyo de una asociación extranjera consiguió crear un equipo que ha sacado adelante el proyecto.

Fitzgerald forma parte de las cinco finalistas para el premio internacional Women for Change de la Fundación Orange, que recompensa con 25.000 euros a una emprendedora comprometida con las mujeres de su país.

La votación online para elegir a una de las cinco finalistas, entre las que se encuentra una española, finaliza el próximo el 15 de octubre y si consigue el premio, Fitzgerald lo tiene claro.

"Una de cada diez mujeres que sale de la formación quiere ser emprendedora. Si ganamos, el dinero irá destinado a pequeños negocios", sentencia Fitzgerald que ha bautizado el futuro proyecto como "De jefa de cocina a jefa de empresa".

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