Indefensos, como llegan al mundo, se encuentran con un campo minado. Dar sus primeros pasos en la vida pareciera ser una estrategia de combate más que un proceso natural.
La realidad no es la misma para todos, a muchos de ellos les toca enfrentar problemas mundiales como el hambre, la desigualdad, la guerra y la contaminación, y esas experiencias, aquellas que ocurren durante esa inocencia, serán las que los marquen, los determinen como seres humanos, como personas de bien o de mal, como ciudadanos responsables o como unidades problemáticas para determinada sociedad de X o Y país.
Según la OMS, la infancia abarca el periodo prenatal hasta los ocho años. Esta es la fase más importante en el desarrollo general de un ser humano: el desarrollo cerebral y biológico durante los primeros años de vida depende en gran medida del entorno del lactante, las experiencias tempranas determinan la salud, la educación y la participación económica durante el resto de su vida. Sin embargo, cada año, más de 200 millones de niños menores de cinco años no alcanzan su pleno potencial cognitivo y social.
Si viajamos en el tiempo, hace 24 años La Organización de las Naciones Unidas firmó un tratado internacional (Convención sobre los Derechos del Niño), en el que se dejaron establecidos las facultades que tendrían los niños frente a una sociedad para desarrollarse de manera segura. Ante esto, numerosos países se propusieron poner en marcha medidas especiales para la protección de estos derechos, incluyéndolos en sus constituciones y a nivel l e g i s l a t i vo .
La psicóloga Beatriz Taber, autora del informe “Los Jóvenes y sus Derechos”, aseguró que “la Convención de los Derechos del Niño marcó un hito al instalar a los chicos como sujetos de derecho. Antes eran objeto del cuidado de los mayores. Esta es la primera generación con el privilegio de ser escuchada”.
Pero ¿qué ha ocurrido desde 1989? ¿Cuál es la situación real que enfrenta la niñez mundial? ¿Está muy distante de aquella que vives a diario con tus hijos?
La respuesta probablemente sea afirmativa. Ser un niño en el mundo actual es todo un desafío.
Según el informe “Estado Mundial de la Infancia”, que realiza la Unicef anualmente, 26 mil niños menores de cinco años mueren en el mundo por día. Algunas de las causas de muerte son las enfermedades (como las infecciones respiratorias o diarreicas), las malas condiciones de saneamiento y la higiene no adecuada; sin embargo, la desnutrición es la responsable del 50% de esos fallecimientos. En Panamá, las comarcas Guna, Emberá Wounaan y Ngäbe-Buglé muestran las mayores tasas de mortalidad en menores de cinco años y los índices más elevados de desnutrición.
Además presentan dificultades en el acceso a los sistemas de agua y saneamiento.
Pero luego nos encontramos con la gran contracara a esta realidad. Mientras unos mueren a causa de desnutrición, otros están en sobrepeso.
Según las estadísticas, uno de cada 4 o 5 estudiantes en América Latina sufre obesidad infantil. Lo cierto es que ninguna de las realidades extremas presentadas son coherentes con aquella convención firmada hace 24 años y los derechos allí contemplados.
La pobreza es el origen de otros conflictos actuales que sufren los niños: el trabajo, la explotación y la prostitución infantil. Esta fue una problemática social que se agudizó en América Latina en la década de los 90. Según los datos de la Organización Mundial del Trabajo, hoy en el mundo existen 165 millones de niños entre 5 y 14 años que trabajan.
En el último informe publicado por Unicef, “Estado Mundial de la Infancia 2012: Las niñas y los niños en un mundo urbano”, se asegura que “en cualquier momento, casi 2.5 millones de personas están sometidas a trabajos forzosos como resultado de la trata, y entre el 22% y el 50% son niños”.
El último informe, además, contradice la idea de que los niños que se encuentran en ambientes urbanos viven en mejores condiciones que aquellos que se encuentran en zonas rurales. “Un número cada vez mayor de personas nace en entornos urbanos ya existentes, y lo que nos preocupa es que, para un gran número de niños, se trata de entornos extremadamente hostiles", de- claró el editor del informe, Abid Aslam.
Existen zonas como Kibera, en Nairobi -la capital de Ke- nia- o en las favelas de Brasil, donde los niños “no saben dónde vivirán el año próximo, o el mes próximo, o hasta la semana próxima, y mucho menos si podrán ir a la escuela o tener acceso a fuentes de agua potable”, explicó Aslam.
¿Cómo se combate este panorama?
El Desarrollo del Milenio fue un programa establecido por la ONU, en 2000, con ocho objetivos claros, los cuales los 189 países miembros de las Naciones Unidas decidieron conseguir para el año 2015. La vida de los niños y personas que viven en barrios marginales no puede mejorar a menos que se trabaje para erradicar la pobreza y el hambre, lograr la educación primaria universal, promover la igualdad de género y la autonomía de la mujer, reducir la mortalidad infantil, mejorar la salud materna, combatir el VIH/sida y fomentar una asociación para el desarrollo.
Las magnitudes de estos problemas requieren de la colaboración de sociedades completas. Nelson Mandela, quien trabaja por la niñez desde que se retiró de la política, solía decir: “El futuro de nuestros niños depende de sus dirigentes y de las decisiones que tomen”. “Todos salimos beneficiados cuando en los procesos de toma de decisiones se incluye, como les corresponde por derecho, a los pobres y marginados y a aquellos cuyas voces no se suelen escuchar”, concluyó Abid Aslam.
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