Ana está en sus treintas, lucha con un desorden de ansiedad diagnosticado desde hace más de 2 años. “Al principio no entendía qué era, solo sabía que me sentía mal, no podía concentrarme en algo, sentía que tenía demasiado que hacer, me costaba respirar, pero como nunca me había sentido así, no entendía que en verdad lo que tenía era ansiedad, hasta que un día no pude más y colapsé”, nos explicó.
Hoy día existen suficientes conceptos erróneos sobre este tipo de desórdenes. Aquellas personas que no los han experimentado no entienden lo que es vivir con un trastorno de ansiedad. A veces dicen que no es nada más que estar constantemente preocupado o “simplemente nervioso” en situaciones sociales, como si se pudiera ir al intentarlo. “La ansiedad a veces parece un tema tabú; entre mayor es la persona que te visualiza, más piensa que somos una generación que solo puede atravesar la vida con pastillas. Otros piensan que uno está ‘loco’ solo por ir al psiquiatra, aumentando así la inseguridad que uno puede sentir”, explica Ana.
El autor del libro “You 1, Anxiety 0”, Jodi Aman, licenciado en Psicoterapia, dice que hay mucha desinformación de aquellas personas que no experimentan este tipo de trastornos; como resultado, aquellos que sí los padecen “se sienten invisibles, diferentes, condenados al ostracismo, solos”, dice Aman. “Ellos pueden juzgarse a sí mismos y pensar que ellos necesitan cuidarse por su cuenta”.
En vista de que entender de qué se trata este trastorno, cada vez más frecuente, puede ayudarnos a conocer cómo reaccionar ante él, comenzaremos por aclarar que la ansiedad por sí misma no es mala. En dosis adecuadas es perfectamente normal y es la responsable de alertarnos sobre los peligros y ayudarnos a prepararnos y prestar atención. Sin embargo, en grandes dosis, la ansiedad comienza a generar desniveles.
Lo primero que hay que desmentir es que este tipo de trastorno es algo pasajero. Las personas que tienen niveles controlados de ansiedad pueden sentirse nerviosos ante una situación particular, estresados o con algo de miedo. Pero en cuanto la situación desaparece, también lo hacen esos sentimientos. Sin embargo, aquellos que experimentan desórdenes de ansiedad no lo viven de esa manera. “Ellos están sufriendo mucho más”, explica Aman. Precisamente, el corazón mismo de un trastorno de ansiedad es el hecho de que la ansiedad está en curso, y aparece por ninguna razón en particular. “Para mí, lo peor, lo más difícil de tener ansiedad es que siempre está ahí silenciosa y cualquier cosita puede dispararla”, explica Ana. “El pensamiento de estar en ciertos lugares o pasar por ciertas cosas te hace sentir así, con el pecho apretado, respiración entrecortada y ganas de llorar. Por eso digo, el que no lo vive, no lo entiende”, describe.
Como menciona Ana, los desórdenes de ansiedad también pueden traer consecuencias físicas. “Los síntomas físicos son más fuertes”, explica el experto. Se pueden llegar a experimentar dolencias físicas como dolor de cabeza, náuseas, mareos y micción inusual y frecuente. Las personas con trastornos de ansiedad incluso tienen problemas para respirar a veces. Y si no se trata adecuadamente, tener un desorden de ansiedad puede aumentar los riesgos de sufrir enfermedades cardiacas.
Otro de los paradigmas que existen con las personas que atraviesan este desorden es el manejo de las emociones y los sentimientos de temor, estrés y presión. Cualquiera en una situación de estrés lo que hace es tomar una decisión que reduzca ese sentimiento: nos alejamos de lo que está produciendo ese estrés o tratamos de calmarnos buscando una solución. Sin embargo, no es así como funcionan las cosas para las personas con ansiedad. Trastornos de ansiedad se sienten como una bestia porque son incontrolables. “Uno tiene que vivirlo para quizás entenderlo, entender por qué no puedes pasar por una calle específica, por qué no quieres salir un día de la semana, por qué te pierdes cosas de la vida. Por ejemplo, ir al supermercado me aprieta el pecho y entre más tiempo paso adentro, más me va cuesta respirar... no entiendo por qué ese lugar, pero es lo que me pasa”, describe Ana.
Según el psicoterapeuta y experto Aman, “la gente ve las cosas de su propia experiencia”, “definen estas palabras de manera diferente. Aunque los términos nervioso y ansioso podrían significar algo para usted, nunca asuma que tienen el mismo significado exacto para las personas con ansiedad”.
Según la Asociación Americana de Psiquiatría, cerca del 30% de las personas en el mundo experimentan trastornos de ansiedad en su adultez. Y la OMS (según datos del 2015), señala que 264 millones padecen trastornos de ansiedad, lo que significa un incremento del 15 % respecto a hace diez años. Brasil es el nuevo país latinoamericano que más desórdenes de ansiedad padece (9,3 % de la población), mientras que en Panamá se estima que un 4,5% de la población lo padece.
Además, este tipo de trastorno es por lo general la enfermedad mental más frecuente y existen distintos tipos: trastorno de ansiedad generalizada, trastornos de pánico y fobias.
Hay personas que experimentan una combinación. Ana, por ejemplo, tuvo varios episodios de ataques de pánico. “Creo que el peor siempre es el primero porque no tienes ni idea de lo que te está pasando. En mi caso, yo estaba en media oficina trabajando y tocaron un tema sensitivo para mí y simplemente comencé a llorar y sentir un dolor en el pecho, yo pensaba que estaba teniendo un infarto”, describe Ana. “En el primer ataque de pánico que tuve fui directo a urgencias, donde me incapacitaron por una semana y me refirieron a un psiquiatra. Ya de ahí fui al médico y comenzamos un tratamiento”, añadió.
Un ataque de pánico sucede cuando un repentino y agudo aumento de la ansiedad provoca síntomas intensos, como un ritmo cardiaco palpitante, temblores y falta de aire. Un ataque de pánico es simplemente “un repentino estallido de ansiedad intensa con una sensación de acompañamiento de un destino inminente”, explica Simón Rego, director de Formación de Psicología en el Centro Médico Montefiore y el Colegio Albert Einstein de Medicina. Durante un ataque, el cuerpo bombea la hormona epinefrina (adrenalina) en respuesta a una amenaza -real o percibida-, poniéndonos en modo de lucha. Los ataques de pánico generalmente alcanzan intensidad máxima en momentos y duran hasta cinco o 10 minutos.
Aunque estos tipos de ataques suelen ser aterrorizantes, existe una condición que puede llegar a ser aún peor. “Normalmente, la ansiedad no viene sola, muchas veces la acompaña la depresión y eso sí es algo indescriptible porque no tienes ganas de hacer nada (hasta pararse de la cama se siente como un logro), la ansiedad se incrementa porque se te acumula lo que a veces uno siente, que es la vida entera encima. Además de las subidas y los bajones, eso es lo peor de todo, porque a veces uno pasa meses ‘felices’ y luego un evento te desata una cantidad de estrés impresionante y comienzas de nuevo con los ataques de pánico”, cuenta Ana.
Existe algo, entonces, que todos debemos comprender acerca de este tipo de realidades, sea que la vivamos de cerca o no, “es el tema de vivir un sólo día a la vez, parece una tontería, pero ayuda un montón detenerse un segundo y recordar que sólo somos unapersona, con capacidades limitadas y que no podemos controlar la mayoría de cosas que pasan, sólo como reaccionamos y si es algo que realmente no vale la pena es mejor seguir adelante”.
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