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El Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina se celebra anualmente el 6 de febrero para denunciar los efectos de la extirpación total o parcial de tejido de los órganos genitales femeninos, particularmente del clítoris.
Con 3 años, a Reene Bergestrom la mutilaron en el seno de una familia cristiana estadounidense. A Asha Ismail con 5, en Kenia. Tras años de silencio y desconcierto, ambas son activistas contra la mutilación genital femenina (MGF) y alertan de que “es un problema global que no se limita a un continente o a un color”.
“Más adelante, cuando supe lo que realmente había pasado, me sentí confusa “, confiesa la doctora norteamericana Bergestrom, quien también recuerda como su madre reconoció que había sido un error, pidiéndole, acto seguido, que nunca debían hablar de ello.
"Mi corte se hizo porque me estaba tocando, no sé si a esa edad se puede llamar masturbación, pero mi madre estaba preocupada y me llevó a un médico que practicaba su religión con bisturí. En su religión la masturbación era un pecado y me quitó el clítoris”, cuenta Reene Bergestrom.
Según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa), se estima que más de 200 millones de mujeres y niñas (entre 0 y 14 años) han sido mutiladas en el mundo.
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Después de la mutilación
Entre las circunstancias que rodean al silencio de las víctimas están la voluntad de proteger a sus familias, la vergüenza, la estigmatización y “no saber quién va a ser compasivo y quién va a juzgarte”, coinciden ambas activistas.
Cuando Reene Bergestrom intentó romper el silencio ante algunos compañeros de trabajo, le dijeron que no volviese a compartirlo o arruinaría su carrera. “Eso me silenció de nuevo”, lamenta.
El no hablar sobre esta práctica, ni siquiera en el ámbito hospitalario, puso la salud de Bergestrom en riesgo en el momento que fue a dar a luz. Ella ni siquiera sabía que iba a ser un problema para el parto.
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“Si no hubiera estado con un médico muy cuidadoso podría haber muerto, como otras muchas mujeres”, relata la doctora norteamericana, a quien tuvieron que practicar una episiotomía extensa (incisión que se hace en el tejido entre la abertura vaginal y el ano) que tardó meses en curar.
Y es que, según los expertos, la MGF conlleva graves consecuencias para la salud sexual y reproductiva, como hemorragias, infecciones, lesiones de órganos, fracturas, anemia o trastornos psicológicos. Además, detallan, puede provocar complicaciones durante el parto como cesáreas, hemorragias, desgarros o episiotomías.
Por eso envían un mensaje de aliento y acompañamiento todas las mujeres que quieran romper su silencio: estamos dispuestas a escucharlas.
Cirugía genital femenina
Durante la conversación, tanto Ismail y Bergestrom pusieron sobre la mesa el debate en torno la cirugía genital femenina. Una práctica que Reene considera “otra forma de la sociedad de hacer que las mujeres crean que no están bien”.
“No entiendo por qué alguien voluntariamente alteraría su área genital”, añade.
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Por su parte, Asha se ha mostrado muy crítica con este tipo de cirugía, que considera un tipo de mutilación genital atendiéndose a la definición que da la OMS, “que recoge que cualquier tipo de alteración de la zona genital que no tenga nada de beneficio médico o por razones médicas entra en la categoría de mutilación genital femenina”, explica.
“Cuando una chica piensa que tiene los genitales feos y quiere pasar por una cirugía porque quiere reducir los labios es culpa de una sociedad que le exige eso”, añade la activista keniata, y defiende “se debería ilegalizar”.