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Un joven equipo fue conformado para atender las necesidades del primer gran acuario que tiene Panamá. Irónicamente, en el grupo ninguno tiene formación como acuarista, pero sus carreras afines y experiencias les permitieron trabajar en ello y ser capacitados por especialistas de México. Hoy, esperan que otros se interesen por el tema.
"Este es el primer estanque que ven los visitantes. El estanque del Caribe nos muestra cómo se percibe el entorno caribeño, después del surgimiento del istmo", dice Elizabeth Rodríguez, luego de dar la bienvenida a la exhibición “Océanos divididos” del Biomuseo en la Calzada de Amador, ciudad de Panamá.
En el lugar, que es la fase B del Biomuseo, el cual involucra tres galerías, se pueden observar dos acuarios semicilíndricos que muestran cómo el Pacífico y el Caribe evolucionaron de maneras distintas, tras quedar separados. Un grupo de visitantes se asombra con la variedad de especies y la gran dimensión de “las peceras” (12 metros de alto por cinco de ancho cada una).
Sin embargo, detrás de la majestuosa exhibición hay un equipo —pequeño, tal vez, por la magnitud de las tareas— que se encarga de que los peces sigan deslumbrando a quienes les visitan. La responsabilidad recae sobre Guillermo Urriola, biólogo marino, encargado del departamento de Acuario del Biomuseo de Panamá; Freddy Nay, biólogo marino y limnólogo (que estudia las aguas dulces); Jorge Ruedas, asistente técnico de Soporte de Vida y Daniel Alexis Castillo, ingeniero electromecánico.
El joven equipo fue conformado para atender las necesidades del primer gran acuario que tiene Panamá. Irónicamente, en el grupo ninguno tiene formación en Acuariología, pero sus carreras afines y experiencias les permitieron trabajar en ello y ser capacitados por especialistas de México.
De izquierda a derecha: Daniel Alexis Castillo, Guillermo Urriola, Freddy Nay y Jorge Ruedas.
De hecho, al no existir acuaristas en el país o profesionales que puedan manejar los sistemas que mantienen el acuario del Biomuseo, se han convertido prácticamente en la única generación que conoce del tema.
“Aquí en Panamá somos la base, somos el inicio; los pininos de lo que es el acuarismo dentro de Panamá y la región”, expresa Urriola, quien admite que de la profesión se escucha poco.
“Dentro de mi currículum yo tenía algunas prácticas donde había hecho cultivo de microalgas, mantenimiento de calidad del agua, dentro de lo que es la Autoridad de los Recursos Acuáticos de Panamá; y era lo más cerca que había dentro de lo que es el campo laboral. Me abrieron las puertas y así ingresé al Biomuseo”, cuenta.
Guillermo Urriola, encargado del departamento de Acuarios en el Biomuseo.
Mientras que Nay dice que tenía conocimiento en identificación de peces y buceo, pero que en el acuario, es “un mundo totalmente diferente”; y Ruedas, tenía conocimiento de bombas.
El equipo recuerda que tratan de mantener especies vivas en un área confinada, y lo que les diferencia de la acuicultura, que se encarga de la crianza de especies, y que sí es una carrera más conocida en Panamá, es que esta última maneja una sola especie para grado comercial, mientras que ellos son para exhibición.
El equipo se muestra preocupado por no ver un relevo en sus tareas, por lo que esperan que las universidades puedan tomar la iniciativa de solicitar pasantías y así puedan ir introduciendo sus conocimientos a otros profesionales.
Si se realiza una búsqueda sobre el tema, se puede encontrar con el llamado del Museo Oceanográfico de Mónaco, que cuenta con uno de los acuarios más antiguos del mundo; donde animan a convertirse en acuarista, y resaltan a una joven de nombre Alexandra, cuya formación es BTS Acuicultura - Licencia Pro Acuicultura y Acuariología.
Lo mismo le ocurre a Ruedas y a Castillo que se encargan del mantenimiento técnico del acuario, porque nadie más conoce el complejo sistema para el cual trabajan, el cual fue traído del extranjero. Precisamente, en el 2018, la empresa MAT LSS©, de Esmirna, en Turquía, anunció en su portal web la adjudicación del contrato del acuario Biomuseo de Panamá, el cual sería "el segundo gran proyecto" de la compañía en América Latina, después del acuario en Guadalajara en México.
Daniel Castillo y Jorge Ruedas en el cuarto de bombas.
“El sistema está funcionando 24 horas. El mínimo descuido en un mantenimiento afecta lo mecánico y lo biológico. Tenemos que estar atentos”, comparte Ruedas.
El trabajo
Una serie de tareas se tienen que hacer para que aquellos enormes estanques con especies mixtas (morenas, peces pelágicos, bentónicos…) del Biomuseo funcionen, por eso su mantenimiento se divide en técnico y biológico: del primero se encargan Ruedas y Castillo y del segundo Urriola y Nay.
“La gente puede pensar que limpieza es limpiar el filtro de la malla, la bombita de la pecera de la casa, pero en sí acá es complejo y enorme y tiene mucho riesgo. No es fácil abrir y cerrar una válvula”, comenta Ruedas.
El grupo se encuentra ubicado principalmente en el área de recepción de peces, la estación donde todo comienza: se reciben peces, se adaptan, se suministran medicamentos, se alimentan y pasan 30 días antes de ser trasladados a la exhibición de “Océanos divididos”, siempre y cuando se garantice de que la especie se encuentra en óptimas condiciones, porque no pueden tomarse el riesgo de contaminar el acuario.
Área de recepción de peces del Biomuseo.
Ya en el acuario, el equipo se encarga de limpiar los estanques y mirar que los peces estén bien. Nay indica que se verifican los parámetros físicos y químicos, los cuales se ajustan al ambiente que tienen las especies en vida libre.
Exhibición "Océanos divididos" del Biomuseo.
“Verificamos temperatura, salinidad, PH y el oxígeno disuelto que son nuestros parámetros físicos; esto lo corroboramos, porque son como los parámetros más delicados, más importantes para que ellos (los peces) se mantengan en la condición. Tenemos que mantenerlo en cierto rango, por ejemplo, temperaturas de 25 más menos un grado, para saber que ellos van a estar en una condición tranquila.; si está más arriba se pueden estresar, si está muy abajo puede bajar su metabolismo”, explica Nay, quien continúa detallando los parámetro químicos como el amonio, nitrito, nitratos y fosfatos.
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Nay explica que el amonio y nitrito son tóxicos en el agua para las especies: si se tiene altos niveles de estas sustancias químicas en el agua, se puede tener mortandad de peces.
“Lo que buscamos es verificar esto constantemente, que no se salgan los parámetros; tomar las medidas y darle mantenimiento a esa pecera, ya sea inoculando bacterias que son las que nos ayudan, porque igual, en vida libre las bacterias se encargan de desintegrar el amonio a nitritos, luego a nitratos y luego a fosfatos para que ya deje de ser una toxina. Tratamos de recrear eso acá con productos que crean en otros países donde ya hay acuarios”, detalla.
El interior del acuario para su mantenimiento.
El acuario del Biomuseo alguna vez tuvo la presencia de tiburones, pero, de acuerdo con el equipo, fueron liberados, porque precisamente tras las capacitaciones se les informó sobre las necesidades de esta especie, que no podían estar en un estanque con topes. La exhibición ya cuenta con una lista preseleccionada de peces que se trabajó junto con el Smithsonian. Se trata de especies que no están en extinción ni en estado crítico.
Vista superior de uno de los estanques del Biomuseo.
"La gente piensa que tener la exhibición del acuario es como ¡ay, qué lindo ver los peces!, pero no, nosotros tenemos otro fin más allá, que es de educar sobre la contaminación, conservación, biodiversidad que tenemos en nuestros ambos mares", dice Urriola, quien confirma que en el Biomuseo, cuando la especie tiene de tres a cinco años en el estanque, se devuelve al mar, cuando tiene la capacidad para sobrevivir.
Logística
El agua que se usa en el acuario es de mar, sin embargo, a pesar de que se cuenta con agua de mar en ambos lados del Biomuseo, esta no se puede utilizar, porque tiene exceso de coliformes (grupo de especies bacterianas) y metales pesados por el lastre de los barcos, por lo que se diseñó un sistema para llenar los dos tanques principales, los otros dos tanques de menor tamaño y la reserva que está subterráneo (cuatro tanques cada uno de entre 27 mil y 30 mil galones).
Estanque del Pacífico en la exhibición.
Un barco sale hacia las coordenadas del archipiélago de las Perlas para tomar agua fresca, la cual también es procesada al llegar al Biomuseo o la Autoridad de los Recursos Acuáticos de Panamá (ARAP) en Vacamonte filtra el agua y posteriormente la vía en cisternas. El agua entra por un sistema instalado debajo de las calles del Biomuseo.
Al ser consultado al respecto, Nay dice que sería una buena iniciativa crear un acuario en el área del Caribe, ya sea en las provincias de Colón o Bocas del Toro para ampliar este atractivo.
Durante el punto más álgido de la pandemia, el equipo continuó visitando el Biomuseo para mantener vivas a las especies, y en los retenes policiales, cuentan, a las autoridades se les hacía difícil creer la profesión de los jóvenes.
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