Deudas que suman vs. aquellas que restan

Jue, 04/23/2015 - 21:36

Tú que estás por tomar un préstamo en el banco, es relevante que estés anuente a si será un ‘mal necesario o no’, te lo explicamos.
Quiero empezar este artículo aclarando un concepto muy básico: no toda la deuda es mala. Cuando hablamos de deuda se incluyen todos los préstamos que hemos solicitado en nuestra vida. Sin embargo, debemos diferenciar entre aquellas deudas que nos suman y aquellas que nos restan.

Les explico: si pedimos un préstamo hipotecario para comprar nuestra casa, entendemos que es una deuda que suma. Históricamente el valor de las casas ha subido en la gran mayoría de los mercados a través del tiempo. Además, la alternativa es alquilar y eso sí que no ayuda en nada a incrementar nuestro patrimonio, al contrario, estamos incrementando el del dueño del inmueble. Si vendemos la casa que tiene una hipoteca, luego de cancelarle al banco, nos queda una diferencia. Es decir, aumentamos patrimonio o “sumamos”.

Lo mismo ocurre con los préstamos para financiar tus estudios, entendiendo que nuestras oportunidades de empleo mejorarán y, por lo tanto, nuestros ingresos. Esa es una deuda que suma. Opino igual acerca de los préstamos para comprar autos. Si el auto que compramos genera dinero, es una deuda que suma. El detalle es que debemos saber determinar exactamente qué auto es el que necesitamos y no comprar uno que sea tan caro que lo se gana de más no alcanza para cubrir los gastos. Es decir, si solo necesitamos un auto para ir y venir a la oficina, compremos uno seguro y económico o consideremos uno de segunda mano en muy buen estado. No hay necesidad de un carro de lujo ni de último modelo. Si al contrario, nuestro negocio se desarrolla en una finca, necesitaríamos de un “pick up” o carro 4x4, los cuales cuestan más, pero ayudan a generar ingresos en esa industria.

Por otro lado, el peor enemigo de unas finanzas saludables son las deudas que restan. Esos préstamos que tomamos para comprarnos cosas que no añaden valor a nuestras vidas y restan a nuestro patrimonio y que nos mortifican. Por ejemplo, un préstamo personal para financiar unas vacaciones o una fiesta de quince años, deudas con mueblerías, balances de tarjeta de crédito que suben todos los meses con intereses altísimos y que representan compras de cosas realmente innecesarias (¡tú sabes de que te hablo!).
Con esto no quiero decir que no nos podemos dar lujos, al contrario. Creo en vivir una vida plena y que hay que gozarla. Sin embargo, las vacaciones, fiestas, ropa, zapatos, etc., se compran al contado.

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